Todos los componentes de la felicidad estaban dados en la vida de la poeta estadounidense Sylvia Plath: hipersensible, rebelde, creativa. Nació en 1932 en Boston y creció en un país conservador, si bien en el umbral de la revolución que creó la píldora anticonceptiva e intentó, en todo el mundo, transformar la sociedad bajo las rojas banderas del socialismo. Pero ella, hija de un inmigrante alemán, entomólogo y profesor universitario, se suicidó en 1963, antes de afianzarse la década que trajo una alborada de libertad para el planeta. ¿Por qué se acercó a la poesía? Es un misterio el modo en que algunos seres son tocados por el soplo de la belleza. Era lectora y escribía cuentos desde los ocho años, bonita y de tipo físico anglosajón, soñadora y melancólica, todo auguraba una extensa y fecunda vida. No era ajena a la obsesión gringa de ser una chica popular y exitosa. Partió a Inglaterra a estudiar literatura, tras obtener la beca Fulbright. Allí se cruzó su destino con el del poeta...