Gabriel García Márquez sabe ahora cómo es el alma invisible del hielo. Fortuna será, para cada uno de nosotros, alcanzar a ver con luminosa claridad cuál ha sido nuestro ya ineludible cielo prometido Por Félix de Azúa Nunca llegué a leerlo, aunque era el libro que más me atraía en la biblioteca de mis padres. Seguramente me cautivaba el título, tan seductor como repelente. Se llamaba Primavera mortal y lo había escrito un húngaro entonces extensamente leído, pero hoy desaparecido, Lajos Zilahy. Creo que en posteriores ediciones se le cambió el título por otro más comercial, Primavera mortífera. Se me asociaba con un verso famoso: “Abril es el más cruel de los meses”. Un verso a veces profético. La última primavera está siendo especialmente mortífera con mis amigos, Ana María Moix, Leopoldo Panero, José María Castellet... Ojalá que García Márquez sea tan solo su invitado final. Ahora le veo, en algún momento del siglo pasado, abriendo la puerta de su modesto apartamento en...