Con injusticia Manuel Puig, que necesitaba rebautizar con el nombre de las divas del cine para fundar una amistad, lo llamaba Mecha Ortiz. En el caso de Luis Gusman, no apeló al estilo sino a la similitud física: la voz grave y arrastrada y esa delgadez extrema que, antes del cuello, buscaba la simetría a través de unas envidiables “perchitas”: esas clavículas de visibilidad imprescindible para las modelos de haute couture. Injusticia porque en este caso Puig no apeló al catálogo de las estrellas de Hollywood que se reservaba para sí sino al de la Argentina Sono Film. Es que el flaco era totalmente cine nacional, como Cortázar era colegio nacional y David Viñas, literatura y realidad política... nacionales. Una fotografía lo muestra junto a su amigo Germán García, ambos sentados sobre una mesa cargada de libros. La pose y la utilería parecen proponer una versión a las fotografías de escritores donde los libros se encuentran detrás y sus imágenes no cesan hasta los bordes del encua...