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Joseph Anton, la esperada autobiografía de Salman Rushdie


Se publicó el mes pasado en todo el mundo Joseph Anton, la esperada autobiografía del escritor angloindio que fue condenado a muerte por la dictadura de Jomeini en 1989, tras la publicación de Los versos satánicos

Joseph Anton Random House Mondadori es una absorbente autobiografía de Salman Rushdie, que desgarra todo corazón. Un ser humano se ve obligado a vivir en la clandestinidad, escondido como un perro rabioso, proscrito como un jinete del apocalipsis, con un nombre nuevo, una vida nueva, unos compañeros de viaje nuevos.

El jarabe de muerte acecha a Salman Rusdie a la vuelta de la esquina, pero él sacando fuerzas de donde no las hay ha dado una lección magistral enarbolando la dignidad y esquivando a los cazadores de su alma. En «Joseph Anton» lo cuenta todo, desde aquel fatídico día de los enamorados de 1989 en el que una llamada de una periodista de la BBC le anunción que había sido condenado a muerte por el talibán Jomeini.

Aquel San Valentín, el mundo explotaba alrededor de Rushdie. Sonó el teléfono y al otro lado la periodista le informaba que su antigua vida había terminado, que su existencia más oscura estaba a punto de comenzar. «¿Cómo siente, -le preguntó la periodista-, saber que le han condenado a muerte por el ayatolá Jomeini?». Londres amanecía soleado ese día febril y loco de febrero. El mundo comenzaba a volverse esquizofrénico y el sol londinense tornó en grisáceo: «"No se siente bien". Esto es lo que pensaba: soy un hombre muerto».
Rushdie se preguntó cuántos días le quedaban, y adivinó que la respuesta era probablemente un número de un solo dígito. Colgó el teléfono y bajó corriendo las escaleras de su cuarto de trabajo, en la parte superior de la casa adosada estrecho Islington donde vivía. Las ventanas de la sala de estar tenían contraventanas de madera y, de modo absurdo, las cerró. Y tras ello, la puerta.

Al autor de los «Versos satánicos», Salman Rushdie, su esposa, la novelista estadounidense Marianne Wiggins le había comunicado cinco días antes que era infeliz en su matrimonio, que ella no se sentía bien en torno a él nunca más. Un año después de casarse, él también, ya sabía que todo había sido un error. Ella le miraba, mientras él se movía nerviosamente alrededor de la casa. Comprobó las cortinas, las ventanas, volvió a revisar las puertas. Era como si una corriente eléctrica hubiera invadido su cuerpo. Ella no sabía nada, y él, Salman, tuvo que explicarle todo lo que ocurría. Comenzaron a hablar sobre lo que tenían que hacer. Ella usó la palabra «nosotros». Fue un acto de coraje.

Salman Rushdie: «Soy un hombre muerto»Una rueda de molino al cuello

Inmediatamente, su domicilio londinense fue cercado por los periodistas. Llegó un coche de la CBS. Rushdie tenía una cita en los estudios American, en Bowater House, Knightsbridge, donde tenía que presentarse en vivo, por vía satélite, en su programa matutino. «Debería ir», dijo. «Es en directo. No puedo no aparecer».
La televisión vomitaba la voz de Jomeini, que quería colgar el cuello de Rushdie la rueda de molino de la «fatwa» (condena a muerte): «Informo a los musulmanes del mundo que el autor de los "Versos satánicos", libro que atenta contra el Islam, contra el Profeta y contra el Corán, y todos los involucrados en su publicación que estaban al tanto de su contenido son condenados a muerte. Les pido a todos los musulmanes que la ejecuten donde quiera que los encuentren».

Alguien le proporcionó una copia impresa de ese texto de condena a muerta, mientras Rushdie era escoltado al estudio para su entrevista. Desde entonces, se iba a convertir en un hombre nuevo. Un tsunami, que dura ya veintitrés años, se había generado alrededor de Rushdie. Se había convertido en un autor «satánico» a los ojos del fundamentalismo. ¡Qué fácil era borrar el pasado y qué sencillo era construir una nueva versión de la misma persona contra la que parecía imposible luchar.

La milla verde

Salman Rushdie miró a los periodistas y se preguntó si su caminar por aquel pasillo, por aquella milla verde del estudio de televisión, era como cuando se mira a los hombres que van camino del cadalso, de la horca o la silla eléctrica. Le saluda un corresponsal extranjero se le acerca, y le dice: «No se preocupe demasiado, las sentencias de Jomeini al Presidente de los Estados Unidos se producen todos los viernes por la tarde».

Durante la entrevista, cuando se le solicita una respuesta sobre la amenaza de muerte de Jomeini, Rushdie responde: «Ojalá hubiera escrito un libro más crítico». Estaba orgulloso, entonces, y siempre lo ha estado que su novela los «Versos Satánicos» no era especialmente crítico con el Islam. Cuando la entrevista terminó, le llamó su esposa: «No vuelvas a casa. Hay doscientos periodistas en la acera esperándote». Cuando sus amigos le preguntaron qué podían hacer para ayudar, él les suplicó: «Defender el texto».

Conrad y Chéjov

Tuvo que cambiar de indentidad y de nombre. La policía que escogiera un nombre nuevo. Él se había pasado su vida mencionando personajes de ficción. Ahora, él se se había transformado en otro personaje de ficción también. «Conrad Chéjov» no habría funcionado. Pero «Joseph Anton» sí era alguien que pudiera existir. Que ahora sí existe. Conrad, el creador de vagabundos, de navegantes en el corazón de las tinieblas, de agentes secretos en un mundo de asesinos y bombas. Y Chéjov, el maestro de la soledad y la melancolía, de la belleza de un mundo viejo destruido. Serían desde entonces sus padrinos literarios, el alma al que aferrarse como un náufrago: «Tengo que vivir hasta que me muera».

Fuente: ABC

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