La trilogía de las “Historias” de Alan Pauls
Recientemente finalizada con la edición de Historia del dinero, Alan Pauls se propuso algo que puede muy bien marcar una insistencia de nuestros días en cuanto a temática de novelas se refiere: sí, mis queridos, nos referimos a la visita, desde la actualidad, al mundo simbólico e imaginario de los setenta. En Historia del llanto, Historia del pelo y la ya mencionada Historia del dinero tenemos a un personaje innominado que sospechamos por momentos el mismo y que, a partir de estos tres ejes temáticos, da un paseo poco agradable por una década diseccionada en sus detalles, visitada de una manera para nada grandilocuente. Parca, ascética, medida: Pauls ofrece una perspectiva poco sentimental acerca de una de las etapas más candentes de nuestro pasado.
La trilogía “Canguros” de Jorge Asís
Si hay una clara obsesión en la prosa de Asís es la de los negocios. La lógica del batacazo que podíamos leer en Arlt (y que tiene una obra presentada en dos entregas: hablamos, claro, de Los siete locos y Los lanzallamas) llega a su punto cúlmine con la idea de “los canguros”, esas personitas que van al mercado y que, vistas desde mucha distancia, parecen estos animalitos saltarines llevando lo que tienen de un lugar al otro para conseguir algo de plata. Metáfora central de una trilogía que da un panorama bastante particular de la Argentina de los últimos años de la dictadura: Flores robadas en los jardines de Quilmes, Carne picada y Canguros, con un “insert” bastante desconocido que lleva el nombre de La calle de los caballos muertos (y que retoma el candente tema de las barras bravas en el país), hoy Asís ha vuelto a la narrativa con una nueva trilogía que acaba de finalizar, junto con la esperada reedición de muchos de sus más notables trabajos. Ya no hay excusas: a leerlo.
La trilogía policial de Juan Martini
Nada mejor para una trilogía que el policial. Ya la idea de serie parece pegada a la sola mención del género. Y si a eso le sumamos el determinante rol que cumplió ese género en el país durante la última dictadura, bueno, tenemos entre manos un trabajo determinante que vuelve a poner sobre el tapete la relación entre la literatura argentina y la realidad política (parafraseando el trabajo de David Viñas). Con tres títulos – El agua en los pulmones (1973), Los asesinos las prefieren rubias (1974) y El cerco (1977)-, Martini retoma las pautas clásicas del policial negro de los ’30 y ’40 para hablar de la más terrible época de la historia nacional. Recientemente, Martini terminó otra trilogía que lleva el elegante título de Cine en sus tres libros con diferentes subtítulos, editadas todas ellas por Eterna Cadencia.
“La trilogía de Entre Rios” de Perla Suez
Pinta tu aldea. Un mandato claro que existe en el arte para hablar, claro está, del mundo: narrar lo absolutamente propio y local con la mayor honestidad posible como una estrategia para hacer filtrar, por esos recovecos, el mundo. Y eso es lo que sucede tras la lectura de esta trilogía armada por Perla Suez. A partir de la historia de un grupo de inmigrantes judíos y de sus descendientes, Suez reconstruye la historia nacional en tres momentos diferentes: la Semana Trágica de 1919 con El arresto, la década del ’30 con El complot y la década del ’50 con Letargo. Con un estilo seco, bien a lo Andrés Rivera, estas tres novelas cortas hacen lo que muchas veces cualquier novela busca: pintar un fresco de su época.
“La trilogía de la espera” de Antonio Di Benedetto
Di Benedetto es uno de esos escritores que tendrían que ser no sólo recomendados, sino casi podemos afirmar obligatorios para cualquier lector incipiente. Zama, de 1956; El silenciero, de 1964 y Los suicidas, de 1969, componen una serie que, pese a no ser pensada como tal, termina adquiriendo forma a partir de la publicación en el año 2011 de estas tres novelas organizadas bajo el sugerente subtítulo de “trilogía de la espera” a partir de su unidad estilística y temática, tal como reza el prólogo de Juan José Saer a la citada edición. Si bien Zama ha sido la que obtuvo mayor reconocimiento, es en Los suicidas donde el lector se rendirá a la prolijidad de una prosa concisa, rodeada de un silencio perceptible (frases cortas, tajantes) y que somete al lector a su lógica distante, desesperanzada. Basta con colocar las tres primeras frases del texto como prueba: “Mi padre se quitó la vida un viernes por la tarde. / Tenía 33 años./ El cuarto viernes del mes próximo yo tendré la misma edad”.
Fuente: Fernando Bogado
Comentarios
Publicar un comentario
Esperamos tu comentario