Patricio Pron acaba de presentar en la FIL su última novela Nosotros que caminamos en sueños
Muy pocos escritores argentinos se salvan del peso de esta pregunta sobre su cogote: ¿Tú de quien eres más, de Borges o de Cortázar? A Patricio Pron (Rosario, 1975) la respuesta a este dilema casi infantil no le genera ningún trauma: “Borges nos enseñó a los escritores argentinos que no tenemos que sentir ningún tipo de inferioridad. Precisamente por nuestra posición marginal, incluso en relación al idioma español, no tenemos nada que perder y por consiguiente, todo un mundo por ganar".
Pron es uno de los invitados a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que este año acoge a Argentina como país extranjero. Presenta la publicación en Latinoamérica de su última novela, Nosotros caminamos en sueños (Random House), una parodia de la guerra de las Malvinas donde hay bombas suspendidas en el cielo que se resisten a caer y soldados dispuestos a amputarse un brazo con tal de no ser reclutados en una batalla contra un enemigo que nunca termina de aparecer. La paradoja, el encuadre histórico, la fantasía comiéndose a pedazos a la realidad, son todas herramientas narrativas con resuenan con fuerza en el universo borgeano.
El maestro vendría a ser como un centro magnético del que ningún escritor argentino puede escapar. "Escribir después de él es una responsabilidad y una alegría. Creo que cada uno de nosotros ha ofrecido una solución personal a ese problema y desde luego la peor solución es la de fingir que Borges no ha existido nunca, por lo que algunos autores han optado con poca fortuna
Pron, prolífico productor tanto de relatos como de novelas, vive en España y antes pasó por Alemania donde se doctoró en Filología Románica. Para él, "la literatura funciona como una especie de reservorio de formas e ideas acerca de lo que somos y de lo que queremos ser". Por eso prefiere a Borges antes que a Cortázar, del que considera que su obra ha envejecido mal. Por un lado porque miraba demasiado afuera, a Europa. Y por otro, se prestaba como explícita causa de fines políticos. "Borges sintetizó la tradición y no estableció una división tajante entre una realidad que debería ser transformada y una literatura que serviría para ello. Comprendió que las transformaciones que se producen en el ámbito de la literatura arrojan sombras que al final también intervienen en la realidad".
En todo caso, no se atreve a definir la identidad de la literatura actual de su país. Quiere huir como del azufre "del cliché exótico tanto de novelistas fantásticos rioplatenses como de cierto realismo militante de los setenta". De los escritores vivos que le gustan, cita a Ricardo Piglia, César Aira, Marcelo Cohen, Rodrigo Fresan, Sergio Scheffer o Carlos Chernov.
“La literatura no debe atribuirse la representación de nada y mucho menos de algo tan complejo y diversos como un país”, opina sobre el papel que, a su juicio, no deberían jugar los encuentros literarios. “Quienes pensamos que tenemos que evitar escrupulosamente conformar un polo u otro, tenemos enormes dificultades y enormes desventajas como por ejemplo la de no constituir parte de las delegaciones que nuestro país envía al exterior”.
Fuente: El País
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