Un documental con supervivientes de los campos y Helen Mirren trata de aproximar a la autora del famoso diario a las nuevas generaciones
“Anhelo montar en bici, ver gente, sentirme libre”, escribió tras dos años de encierro en casa una joven judía de 15 años. La voz de Ana Frank suena hoy extrañamente actual con lo que estamos viviendo por culpa de la covid-19. Claro que cuando ella hablaba de que estaba “rodeada de peligros y oscuridad” se refería a algo mucho más siniestro y atroz, y su desconfinamiento fue por la vía de la Gestapo y el espanto. Ana Frank murió de, precisamente, una enfermedad infecciosa, el tifus, en el campo de Bergen-Belsen, en febrero de 1945. Bueno, en realidad murió de dos: la otra, la que la llevó al campo y a la muerte, era la enfermedad del odio racial que propagaron los nazis y sus secuaces.
La palabra de la jovencita alemana escondida con su familia y otros judíos en el desván de un piso de Ámsterdam hoy convertido en museo (y que, por cierto, anuncia que vuelve a abrir sus puertas el 1 de junio) ha llegado a nosotros a través de su diario, uno de los documentos más conmovedores y probablemente el más popular de la Shoah. A la pregunta sobre de qué forma debe ser escuchado y divulgado hoy en día ese testimonio trata de dar respuesta ahora un cuidado documental, Descubriendo a Anna Frank. Historias paralelas, de Sabina Fedeli y Anna Migotto, ambas conocidas periodistas, reporteras de guerra y guionistas italianas, que utiliza recursos dramáticos y junta a jóvenes europeos con cinco mujeres supervivientes de los campos que vivieron experiencias similares a las de Ana: Arianna Szörényi, Sarah Lichtsztejn-Montard, Helga Weiss y las hermanas Andra y Tatiana Bucci (que tuvieron el dudoso placer de conocer a Mengele en Auschwitz). Fundamental en la producción, que coincide con los 90 años del nacimiento de Ana Frank, es la presencia vertebral de la actriz Helen Mirren que lee de manera emotiva fragmentos del diario. Y también la de la joven intérprete Martina Gatti, que encarna a una chica de hoy que recorre a la inversa el itinerario de Ana Frank, de Bergen-Belsen a Ámsterdam, tratando de comprender su historia y explicando sus experiencias en las redes sociales -o tempora- a través de su móvil.
“Queríamos dar con Martina una imagen fresca y actual que permitiera que los jóvenes se identificaran no solo con ella sino con la propia Ana Frank, tantas veces vista como una chica doliente y triste, lejana”, explica por teléfono Sabina Fedeli, que reivindica una Ana Frank soñadora, sí, pero a la vez optimista, fuerte, de firmes convicciones políticas y feministas, que podría haber sido, dice, “una Greta Thunberg”.
Del trabajo de Elen Mirren en lo que son verdaderas cápsulas interpretativas cuando lee el diario, señala que la oscarizada actriz estaba muy interesada en el proyecto y que la minuciosa reconstrucción escenográfica del espacio donde Ana Frank estaba confinada le proporcionó un marco excepcional. “No podía creérselo al ver el módulo absolutamente realista, que construimos en el Teatro Piccolo de Milán-Teatro de Europa, [colaborador en el proyecto]. Que fuera tan pequeño, tan claustrofóbico. Le ayudó a entender y sentir la experiencia de Ana”.
De la relación con el actual momento de confinamiento mundial, Fedeli reflexiona que el diario de Ana Frank, “por supuesto sin desacralizar ni relativizar lo que fue el Holocausto, puede ser muy útil ahora como lección para la cuarentena”. Considera que Ana y su diario, “empujan a construir espacios para la resistencia”. Ana Frank, continúa, hizo una profunda reflexión sobre el mundo desde su encierro; pasó miedo, pero también vivió y creció, y llenó sus días. "Nosotros hemos tenido que hacer algo parecido. Son situaciones muy diferentes, por supuesto, y el Holocausto es algo absolutamente único, pero podemos hallar consuelo y, paradójicamente, esperanza en el diario: esta crueldad también pasará, escribió. Ella tenía esa capacidad de abrir la conciencia para ver más allá de las paredes”.
Una sonrisa cautivadora
Helen Mirren, en un momento del documental, en la recreación de la habitación de Ana Frank en el Piccolo de Milán |
Entre los muchos momentos conmovedores del documental (Helen Mirren leyendo la entrada en el diario de Ana de su primer beso, Arianna Szörényi explicando su cara a cara con Irma Grese, la sádica guardiana de Belsen), destaca el de Sarah Lichtsztein, deportada en Auschwitz y Bergen Belsen, recordando haber visto en ese campo a una chica procedente de Holanda, “muy delgada pero con una sonrisa cautivadora”: Ana Frank. “Es muy duro escuchar a las supervivientes”, señala la directora, "algunas como Szörényi prácticamente no habían hablado de su experiencia y es conmovedor cómo se emocionan o su lenguaje gestual. Nosotras decidimos no empujar a ninguna a hablar, sino que fueran ellas las que decidieran qué querían contarnos. En todo el documental no hay nada de retórica ni de gran guiñol. Vemos a una chica que va descubriendo cosas y seguimos la historia de Ana Frank y del Holocausto a través de la memoria de los testigos y de esa joven moderna a la que descubrimos muy parecida a cómo sería hoy Ana”.
Helen Mirren —que hizo de esforzada agente del Mossad tratando de capturar a un médico nazi reconvertido en ginecólogo (!) en la espléndida La deuda (2011)— conocía bien la historia y el diario, “es una persona firmemente engagé y nos dijo que se identifica con Ana Frank al haber sido ella también una emigrante, descendiente de un coronel ruso que huyó de la revolución”. El documental, que lleva por diferentes escenarios (campos y memoriales, el cementerio judío de Praga...), como contrapunto a las escenas de lectura del diario, y cuenta con la aparición de familiares de las supervivientes, historiadores y los directores de la Casa Museo de Ana Frank y del Fondo Ana Frank de Basilea, goza de una imagen muy cuidada, que es, apunta Fedeli, la marca de estilo de la productora, 3D Produzioni.
Fuente: El País
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