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Sylvia Iparraguirre

El descubrimiento de una vida paralela que "empezaba y terminaba con la lectura", el encuentro con autores admirados, las clases de antigua literatura germánica a cargo de Borges y los rituales de lectura y escritura compartidos con Abelardo Castillo son algunas de los momentos de la autobiografía literaria de Sylvia Iparraguirre condensados en "La vida invisible", su último libro.

El descubrimiento de una vida paralela que "empezaba y terminaba con la lectura", el encuentro con autores admirados, las clases de antigua literatura germánica a cargo de Borges y los rituales de lectura y escritura compartidos con Abelardo Castillo son algunas de los momentos de la autobiografía literaria de Sylvia Iparraguirre condensados en "La vida invisible", su último libro.

"El gusto por la lectura nació asociado a la libertad", señala Iparraguirre (Junín, 1947) en las primeras páginas del libro publicado por Ampersand, en su colección Lectores, en la que se sistematizan los mapas de lecturas de autores como Noé Jitrik, Alan Pauls, Sylvia Molloy y Daniel Link.

La autora de títulos como La tierra del fuego, El país del viento y La orfandad habló sobre el proceso de trabajo del libro, sus rituales a la hora de escribir y su itinerario como lectora.

-P: El libro se llama "La vida invisible", ¿por qué?

-Sylvia Iparraguirre: No es una descripción sino una constatación, porque durante mi infancia, cuando empecé a leer, y en la adolescencia, en los momentos en los que leía, estaba muy abstraída y me decían que estaba en babia, que estaba en otro mundo literalmente. Posteriormente me di cuenta que tenía dos vidas: una era la visible, en la que hacia lo que tenía que hacer, y otra cuando llegaba el momento de la lectura, ahí ocurría la vida invisible que ero lo que sucedía entre el libro y yo. Esa era la vida invisible: la relación que todo lector establece con un libro, con los libros sucesivos que va leyendo, con la relación que esos libros traban entre sí y la relación que ese mapa hace con vos.

- P: En ese mapa la biblioteca de tu abuela en Los Hornos ocupa un lugar central.

- S.I.: La primera escena de mi vida como lectora se arma ahí. Para mí el acto de leer es solitario, tremendamente complejo y múltiple porque estás en contacto con un montón de personajes. Esa situación de lectura se da en mi infancia en Junín, donde nací, y en Los Toldos, donde estaba la familia de mi papá.Y justamente en Los Toldos estaba la biblioteca de mi abuela que para mí fue el lugar de las enciclopedias. Hay dos libros que recuerdo especialmente de esa etapa: "Marido y mujer" y "Robinson Crusoe", de la colección Robin Hood.

- P: Hablas de lectura literaria. ¿Cómo la definirías?

- S.I.: La lectura literaria se aprende con el tiempo, no es algo fácil de desentrañar. Primero leemos historias y personajes, actores de esas historias, con el tiempo aprendemos que hay una trama armada, que hay un tiempo noveslístico o cuentístico, que los personajes tienen facetas. Que el tiempo puede estar quebrado, que se va y viene en el tiempo. El libro no flota en el aire, sale en un momento dado y se relaciona con todos los que han salido simultáneamente y con los libros del pasado. La lectura literaria es una instancia más madura de la lectura.

- P: Hay un capítulo dedicado a Borges en el que aparece su faceta como profesor.

- S.I.: Era cero estricto y se ponía nervioso si uno se equivocaba. Tengo muy presentes sus clases: venía gente de otras carreras como ingeniería. Era un aula muy chica, la gente se sentaba en el piso. Era muy británico para contar las cosas, hablaba de compadritos del norte con un aspecto británico total, con su chaleco con el reloj. Era desopilante. El humor era un modo de hacernos entrar en el mundo que quería darnos. La materia era antigua literatura germánica y la traía al presente.
- T: Más adelante hay un reencuentro con Borges...

Fuente: Télam

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