La masacre de Kruguer, la nueva novela de horror de Luciano Lamberti, "debería llevar la advertencia: esto puede ocurrir", afirmó su autor, quien imaginó un pequeño apocalipsis homicida en un pintoresco pueblo del sur argentino y armó la narrativa como un policial crudo con testimonios, reconstrucciones, notas de diarios y un comisario vencido por la verdad. Seres espectrales que se arrastran en cuatro patas entre las sombras de un bosque (probablemente muertos del pueblo), una piedra extraña derrite la nieve y quema el pasto y a los animales de alrededor, voces infantiles invitan a hacer daño.
Nacido en San Francisco (Córdoba) en 1978 y radicado hace unos años en Buenos Aires, Lamberti es autor de libros como El asesino de chanchos, Los campos magnéticos, El loro que podía adivinar el futuro y La casa de los eucaliptus. ¿Cómo surge la novela? "Las primeras ideas surgieron en 2013, vivía en la ciudad de Unquillo, en las sierras chicas de Córdoba, y los medios nos bombardeaban con el discurso de la inseguridad. Parecía que en cualquier momento alguien podía entrar por la ventana y clavarte un cuchillo en el pecho. Ahí empezaron las imágenes de lo que sería la novela, pero tardé en entenderlo porque así trabajo, con imágenes que poco a poco voy entendiendo. El escenario viene de mi imaginación, un poco mezcla de Bariloche con La Cumbrecita, lugares donde me gustaría vivir: fríos, solitarios, prolijos. Y la locura ahí se nota más. Lo importante no es si la masacre ocurrió, sino que podría ocurrir. Debería haber puesto esa advertencia al principio de la novela: 'estos hechos podrían ser reales'", dijo el escritor a Télam.
Y completó: "Trabajé con la idea freudiana de lo siniestro: da menos miedo algo monstruoso que algo familiar que revela un costado desconocido. Un relato de terror debería ser lo suficientemente específico como para trabajar un miedo en particular y lo suficientemente general para trabajar el miedo de un lector anónimo. Si hay una filosofía del terror, es la misma que la del fantástico: la posibilidad muy cercana de la locura, de perder los límites de lo real, que se verifica en cualquier película del género, sobre todo en las buenas (pienso en El legado del diablo de Ari Aster por ejemplo). Como dice Sthepen King: el terror es la oportunidad que tiene lo social de generar símbolos que sean una vía de escape. El exorcista era la forma en que los padres veían a sus hijos en esa época: endemoniados, incomprensibles".
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