La sudafricana asiste a la inesperada segunda juventud de su novela 'El hermano del famoso Jack', publicada originalmente en 1982. El libro ve por primera vez la luz en España
PREGUNTA. ¿Le resulta raro saber que se publica ahora un
libro que escribió hace más de 30 años?
RESPUESTA. ¡Es genial! Justo estaba leyendo el libro en el
tren para acordarme. No sé qué pensarán en España sobre él.
P. En EE UU hay quien dijo que era una novela demasiado
inglesa. Es curioso, porque usted creció en Sudáfrica con un padre holandés y
una madre alemana.
R. Muchos escritores que me gustan tienen ese estatus de
extranjeros. Mis padres hablaban alemán entre ellos porque mi padre, que se
creía mejor en todo, llegó a la conclusión de que su alemán era mucho mejor que
el holandés de mi madre. Creo que la identidad está ligada al lenguaje. Y yo tengo
una identidad fluida que me ayuda a meterme en otras personas.
P. Tenía 40 años cuando se publicó la novela, pero los
Goldman llevaban mucho tiempo en su cabeza.
R. Sí, unos 12 años. Un día una amiga me animó a escribir un
relato para un concurso. Había soñado a la familia Goldman, y empecé a escribir
sobre ellos. Entonces pensé que no quería escribir un relato corto, quería
seguir a esa gente, descubrir cómo se desarrollaban. Y lo metí en un cajón.
Siempre he sido muy evasiva, una hermana pequeña soñadora.
P. ¿Cuándo los retomó?
R. Mi marido encontró un trabajo en Oxford, y al mismo tiempo
me quedé embarazada. En Oxford te encuentras a muchas intelectuales en las reuniones
escolares. La madre de un amigo de mi hijo, una historiadora de la medicina, vino
a tomar el té a casa. Le conté que había empezado a escribir, lo leyó y me
animó a que siguiera. Lo hice para ella como un serial. Me divertí más de lo
que lo había hecho en años. Era como cuando de niña me inventaba personajes y
hablaba con ellos. Escribir es como tener amigos imaginarios. Lo leía en alto,
escuchaba la melodía. Una novela es un juego de palabras y ritmo, como la
música. No tenía intención de publicarlo. Pero lo terminé, lo metí en un sobre
y se lo envié a un editor.
P. Sus personajes femeninos son muy inteligentes, pero
siempre admiran a una figura masculina.
R. Sí. Una vez la escritora Anne Fine, que había estado
casada con un académico de Oxford, me sugirió el porqué. “Te diré por qué las
mujeres de tus libros son tan débiles”, me dijo. “Es porque vives en Oxford y
todos los hombres ahí son unos prepotentes”. Pensé que era verdad, que las
mujeres en mis libros esperan que los hombres tomen decisiones por ellas. Pero
yo creo que son cosas que se asientan en tu cabeza mucho antes. Yo tenía una madre
con mucho talento, pero era muy tímida. Se casó con mi padre, que era muy
listo, y se fueron a Ciudad del Cabo. Él siempre tenía que ser el mejor en todo
y anulaba a mi madre. Así que supongo que tenía ese prototipo de hombre en mi
cabeza.
P. ¿Sería una novela distinta si la hubiera terminado más
rápido?
R. Creo que sí. Tener hijos te transforma. Cuando empecé no
sabía nada de chicos adolescentes. Fui a un colegio de chicas, tenía una
hermana. Mis padres eran inmigrantes, no teníamos una red familiar. No sabía
nada de los hombres hasta que fui a la universidad, y luego era demasiado
tímida para mirarlos. La gente asume que no puedes inventarte nada, que todo
está basado en alguien. Todo mi círculo se buscaba en esa primera novela.
P. ¿Cómo era el Reino Unido que encontró al llegar aquí a los
22 años?
R. Primero vivimos en Ciudad del Cabo y luego en Durban, que
en los años cuarenta y cincuenta era una colonia racista inglesa. Íbamos a
escuelas segregadas, todas chicas, todas blancas. Crecimos en la Sudáfrica más desagradable
del apartheid. En 1963, en pleno proceso de Rivonia, vine a Reino Unido con mi
marido y me encantó.
P. ¿Cómo ve el país ahora?
R. Odio a este Gobierno de derechas que tenemos, que se ha
propuesto robar todo a los pobres y cerrar todos los servicios públicos.
Fantaseo con mudarme a Escocia. Y he empezado los trámites para obtener un
pasaporte holandés. Siento que Europa nos protege de lo peor de nosotros mismos.
En el momento en que salgamos de la UE, toda la legislación sobre derechos humanos,
sobre sindicatos, se irá a la basura. No es que Thatcher no hiciera un buen
trabajo en eso, pero esta banda es peor. Por otro lado, mire la UE ahora. No
creo que sea una gran cosa, pero supongo que sería aún peor sin ella.
Fuente: Babelia, El País
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