Brugmann |
El nombre de “neogramáticos” (estrictamente, “jóvenes gramáticos” – Junggrammatiker-) era un apodo de raíz política que adoptaron un grupo de jóvenes lingüistas que trabajaban en Leipzig (Alemania). El apodo designaba en el argot estudiantil a los oyentes reacios a las enseñanzas de un renombrado filólogo de la época, Curtius. La crisis con la lingüística anterior se debió a la insatisfacción respecto de los modos de explicar las faltas de correspondencia entre los sonidos de un estado de lengua a otro: frecuentemente los cambios se podían explicar en términos de “leyes fonéticas”; sin embargo, cuando tales correspondencias no se daban, las anomalías se explicaban mediante hipótesis indemostrables, generalizaciones sin consistencia o referencias al sánscrito, al que, según los jóvenes lingüistas, se le concedía una atención excesiva.
La esencia de la teoría de los neogramáticos fue presentada de manera sumaria en un artículo programático incluido en una publicación fundada por dos de sus mayores representantes, H. Osthoff (1847-1909) y K. Brugmann (1849-1919). En ese famoso artículo afirmaron que todos los cambios fonéticos, en tanto procesos mecánicos, ocurren a partir de reglas que no tienen excepción dentro del mismo dialecto, y que el mismo sonido se desarrollará en el mismo contexto siempre de la misma manera. Es decir, que dan a las leyes fonéticas un carácter absoluto, las excepciones pueden explicarse también a partir de reglas, que solamente tienen que ser descubiertas. Así la fonética recibió un gran impulso en esta etapa, impulso que se vio potenciado por el énfasis de los neogramáticos en las lenguas vivientes y en su posición tajante respecto de la inadecuación de las letras para dar información acerca de la pronunciación de las lenguas muertas.
Un nombre que es preciso citar dentro de este movimiento es el de Hermann Paul (1846-1921) y su obra Principios de la Historia de la lengua (1880), que mereció varias ediciones hasta 1920. Con este nombre debe asociarse la segunda tesis de los neogramáticos: para ellos la lingüística es una ciencia histórica. De allí que junto con un interés explícito por la aplicación rigurosa de las leyes fonéticas, se otorgue una importancia capital a la investigación de todos los estados de lengua intermedios entre un punto de partida y un punto de llegada determinados, y no ya a la búsqueda de la lengua originaria o los períodos más antiguos.
Las afirmaciones de Schleicher acerca de los períodos prehistóricos e históricos de las lenguas y sus metáforas sobre la “juventud” y “vejez” de las lenguas son blanco de críticas virulentas por parte de los neogramáticos. Para estos la lengua no es un organismo supraindividual con impronta biológica –como en Humboldt y en Schleicher– sino que simplemente tiene existencia en los individuos que conforman una comunidad de habla. Por último, debe mencionarse el psicologismo de los neogramáticos: para ellos la psicología, que se convirtió en la “ciencia estrella” de las ciencias humanas de la época, es un instrumento de investigación para estudiar las relaciones entre lengua y pensamiento y para dar cuenta de la psicología del individuo creador aislado.
Hermann Osthoff |
La obra de los neogramáticos, por último, fue relevante en el campo de los estudios dialectológicos, que se convirtieron en un campo central de estudio, debido a que las variantes regionales pueden ayudar a explicar el cambio lingüístico, en tanto representan la última etapa en la diversificación de la gran familia indoeuropea. Es interesante notar que, sin embargo, fueron investigadores de la dialectología, como H. Schuchardt y J. Gilliéron (responsable del atlas lingüístico de Francia) quienes formularon las críticas más importantes a la concepción universalista de las leyes fonéticas de los neogramáticos: los cambios en las formas fonéticas de las palabras, sostuvieron, pueden ocurrir por factores que no afectan categorías de sonidos sino palabras individuales: las palabras pueden desviarse de su desarrollo fonético esperable por diversos factores como el choque homonímico, la extensión o reducción excesiva, cercanía o coincidencia con palabras tabús, etimologías populares o falsas, préstamos de dialectos de mayor prestigio, etc. Tales sucesos son individuales y altamente variables y su conocimiento y sistematización sólo puede explicarse a partir del conocimiento de los factores contextuales, que no pueden predecirse.
La escuela idealista o estética
Los llamados miembros de la escuela idealista o estética enfatizaron el papel del hablante individual como originador y difusor de los cambios lingüísticos. Su líder era K. Vossler, de la Universidad de Munich, quien adscribía a las ideas sobre la naturaleza del lenguaje de Humboldt y del filósofo italiano B. Croce. Como Humboldt, enfatizaba el carácter individual y creativo de la competencia lingüística de los hablantes.
B. Croce |
Los idealistas compartían con los neogramáticos la orientación histórica en el estudio de las lenguas, pero explicaban la evolución a partir de criterios muy diferentes: todos los cambios lingüísticos comienzan con innovaciones en los hábitos lingüísticos individuales y estas innovaciones pueden dar lugar a alteraciones, que son imitadas por otros y difundidas. Los idealistas, a diferencia de los neogramáticos, que insistían en la “necesidad ciega” de los cambios fonéticos, destacaron el papel consciente del individuo en estos procesos de cambio. La lengua es primariamente expresión del individuo y el cambio lingüístico es el trabajo consciente de los individuos, que generalmente está motivado por consideración estéticas.
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