Ediciones Mensajero publica el «Gitánjali», la obra cumbre del Premio Nobel indio, traducida directamenet del bengalí
Rabindranath
Tagore ha sido para varias generaciones de amantes de la poesía y de la
espiritualidad oriental una lámpara maravillosa. Sin embargo, al menos en
español, los lectores del «Gitánjali», el corpus lírico fundamental del premio
Nobel, poeta y pedagogo indio nacido en 1861 y muerto en 1941, seguían
alumbrándose con la traducción que Zenobia Camprubí, la esposa de Juan Ramón
Jiménez, hizo del inglés. Gracias a la perseverancia y la devoción del padre
jesuita Manuel Díaz Gárriz, que lleva más medio siglo de misión en el estado
indio de Gujarat Norte, contamos ahora con la primera versión en castellano
de ños 103 poemas del «Gitánjali» traducidos directamente de la lengua en que
Tagore los escribió, el bengalí. A Ediciones Mensajero, del Grupo de Comunicación
Loyola, que acaba de publicar el libro con una documentada introducción a la
figura y la obra de Tagore, se debe este verdadero acontecimiento literario.
«Gitánjali»
está compuesta por “git”, que significa canción o poema y «ánjali», que
significa ofrenda, de ahí que a Díaz Gárriz le parezca especialmente
«acertada y bella» la opción que eligió Zenobia Camprubí para el subtítulo de
la edición española: «Ofrenda lírica». Sin embargo, a diferencia de la
mayoría de las versiones conocidas de colección de 103 poemas que hizo el
propio Tagore de sus escritos y que le proporcionaron fama mundial, y que están
tomadas de su propia traslación al inglés, el nuevo traductor haya optado por
presentar el texto dividido en estrofas, y aclara en el prólogo: «No hemos
pretendido 'hacer poesía' castellana. Pero hemos querido que el lector español
tenga siempre presente que, así como 'Gitánjali' en inglés está escrito en
prosa y las traducciones castellanas han sido realizadas naturalmente en prosa,
sin embargo el original bengalí es poesía pura, con cadencias musicales y
rimas muy bellas». En su introducción el traductor observa que los intérpretes
hindúes de tradición brahmánica vinculan la poesía de Tagore al panteísmo,
mientras que él piensa que sus raíces se nutren de las enseñanzas de misioneros
cristianos y de la corriente bhakti del hinduismo popular.
Estima el
padre Díaz Gárriz, al que entrevistamos a través de la red, una «conversación
digital» entre Madrid y su parroquia de Gujarat Norte, que «aparte de tres o cuatro poemas, que son difíciles de entender,
todos los demás, leídos despacito, meditándolos, pueden dejar su huella en el
alma». Nacido en Estella, Navarra, en 1932, Manuel Díaz Gárriz entró en la Compañía de Jesús
en 1949. Llegó a la India con un grupo de 14 jóvenes jesuitas vascos.
Licenciado en Filosofía y Teología por la Universidad Pontificia de Poona (hoy
Pune), dedicó su tesis a la filosofía de Mahatma Gandhi. Es también licenciado
en Historia y cultura india por la Universidad de Bombay (hoy rebautizada
Mumbai). Domina el gujarati y también conoce el hindi y el bengalí. Su
desempeño misionero en Gujarat Norte, donde ha creado infinidad de escuelas y
clínicas, es una aventura humana y religiosa que ha transformado la región y su
vida. La cuenta de forma pormenorizada y amena en su libro «Misionero hoy», publicado también por Ediciones
Mensajero. Está convencido de que la educación es el verdadero camino para el
progreso. Desde hace 40 años ha enseñado en la Facultad Teológica de Gujarat
(afiliada a la Pontificia de Pune) los cursos de Historia Universal del
Cristianismo e Historia del Cristianismo en la India.
—¿Qué le
llevó a traducir a Tagore directamente del bengalí al español y qué diferencias
hay entre su versión y la de Zenobia Camprubí?
—En
nuestra vida estudiantil en España, entre los años 45 al 50, oímos el nombre de
Tagore como un poeta oriental que decía cosas bonitas, por ejemplo, «cada niño
que viene a este mundo nos trae el mensaje de que Dios todavía cree en los
Hombres». Fue ya después de llegar a la India cuando leí entero el «Gitánjali»
en inglés. Y me di cuenta que el tal Tagore no solo escribía frases bonitas
sino poemas, la mayor parte profundos al mismo tiempo que sencillos, y también
las mayor parte de ellos atractivos. Pasé años tratando de encontrar un
paralelo en las literaturas que yo conocía mejor, el latín y el castellano .Y
no pude encontrar el paralelo. Miguel de Unamuno, en su «Cristo de Velázquez» tiene
estrofas bellísimas.
En
realidad quiero manifestar aquí que un crítico literario de la categoría de
Víctor Manuel Arbeloa, maravilloso escritor él, primer presidente del Partido
Socialista en Navarra después de la transición del franquismo, escribió que el
«Cristo de Velázquez» de Unamuno es el poema religioso literaria y
teológicamente más importante escrito en cualquier literatura europea desde la
«Divina Comedia» de Dante, hace ya seis siglos. Pero el poema de Unamuno es un
turrón duro de Jijona comparado con el turrón blando de Jijona de Tagore. Para
leer y saborear a Unamuno hay que tener unos dientes literarios y teológicos
enteros y muy duros..., como para poder saborear el turrón duro en la noche
de Navidad. Por lo tanto Unamuno queda descartado. Santo Tomás de Aquino,
príncipe de la filosofía aristotélico-escolástica, tiene unos poemas en latín
comparables con lo mejor de Tagore, «Adoro Te devote, Pange lingua…». Pero son
justamente poemas sobre un solo tema, la Sagrada Eucaristía. El poeta lírico
inglés Gerard Manley Hopkins, jesuita, valorado por la crítica literaria de los
últimos treinta años como uno de los tres o cuatro mejores poetas líricos de la
literatura inglesa de la segunda mitad del siglo XIX, podría compararse con
Tagore si no fuese por su lenguaje retorcido y alambicado, que constituye uno
de los méritos de su obra, según la crítica, pero que para el lector ordinario,
aunque su lengua materna sea el inglés, hace muy difícil su lectura. Otro
gran poeta español, amigo personal de Tagore y premio Nobel de literatura como
él, Juan Ramón Jiménez, es también una figura en quien podemos encontrar algún
paralelismo con nuestro poeta bengalí. Precisamente él fue el inspirador de
la primera traducción de Tagore al castellano, obra de su esposa, Zenobia
Camprubí. En el prólogo a la edición del «Gitánjali» de Zenobia, Juan Ramón
escribió, dirigiéndose a Tagore: «Hemos intentado dar un cuerpo nuevo a tu gran
corazón, a este libro donde tú quisiste recoger tu corazón completo y
verdadero… ¿Puedes tú hablarle a gusto, con nuestra voz española a ese Dios
tuyo, cercano, visible, humano que oye las palabras bellas?».
Me
pregunta qué diferencias hay entre mi versión y la de Zenobia. Quiero
contestarle que sería totalmente presuntuoso por mi parte comparar mi versión
con la de una poetisa del calibre de Zenobia. Como explico en el prólogo ella
no tuvo acceso al original y por lo tanto las deficiencias que se encuentran
en la traducción de Zenobia no son debidas a ella, sino a la versión deficiente
que el mismo Tagore hizo de su obra. Durante muchos años me contenté con la
lectura de la traducción inglesa del año 1913 y con la traducción de Zenobia.
Pero cuando hace unos veinte años se me ocurrió leer la versión gujarati de
Nagindas Parikh hice un descubrimiento insospechado. En el poema 38 Zenobia
dice 'Te necesito a ti', fiel traducción del inglés 'I want you…'. Pero el
gujarati decía 'Hu tamne Chahu', cuya única traducción es 'Yo te amo'. Entonces
fui al bengalí, 'Ami tomare Chai', es decir 'Yo te amo'. ¿Por qué Rabindranath
no se atrevió a traducir al inglés 'I love you'? Su traducción inglesa es 'I
want you', que es una expresión ambigua. Cualquiera puede ver que el pequeño
poema cambia profundamente de sentido al decir 'Te amo' en lugar de decir 'Te necesito'.
Hagan la prueba. Había que revisar los 103 poemas y al fin hacer una nueva
versión directamente del original. Hace varios años había estudiado algo de
bengalí, pero ahora decidí tomarlo en serio e hice dos cursos especiales a
través de la Universidad Vidyapith de Ahmadabad. Ya sabíamos, porque el
mismo Tagore lo dice, que su conocimiento del inglés era precario. Pero la
realidad es que casi en todos los poemas hay alguna deficiencia. En algunos
poemas el cambio del sentido original es mayor, en otros menor.
Aquí
pongo algunos ejemplos. Uno de los poemas más populares el número 36: «Hiere,
hiere la raíz de la miseria en mi corazón». Hasta que vi el original la palabra
'hiere' me parecía perfecta. 'Hiere' es la traducción del inglés 'strike', pero
la palabra original es mucho mas significativa: 'karah chedan', que significa
'arrancar de raíz'. No es 'hiere la raíz', sino 'arranca la raíz'.
No
entiendo qué pudo pasar en el poema número 81. Al traducir al inglés el segundo
hemistiquio, Rabindranath se olvidó de la línea más importante de todo el
poema. Habla de semillas,capullos y flores y en el original termina ese párrafo
con «y en el corazón del fruto/ la nueva semilla viva…». Rabindranath no
tradujo eso al inglés y por eso falta en todas las versiones hechas a partir de
la versión inglesa.
En el
último poema, el número 103, Zenobia habla de una bandada de cigüeñas…
nostálgicas de sus nidos en las montañas. Rabindranath no quiso poner en su
traducción inglesa el dato de que esas cigüeñas eran los afamados ánades
salvajes que iban en peregrinación al Mansarovar, el Lago Sagrado, en el
corazón del Himalaya, junto al monte Kailas, mansión de Shiva.
—¿Ha
hecho más hincapié en la música o la letra?
—Ciertamente
ha sido mi determinación ser fiel a la letra del texto original, y posiblemente
he exagerado mi quehacer a la hora de dar con una traducción literal. Por otra
parte, también he querido que el texto castellano fluya y en la medida lo
posible, mantenga la belleza... Hasta qué punto lo he conseguido, cada uno
tendrá su opinión…
—¿A qué atribuye el impacto de Tagore en Occidente?
—Reproduzco
la cita de la Academia sueca al concederle el Premio Nobel: «Por sus versos
llenos de belleza, de frescura y de honda sensibilidad, mediante los cuales ha
incorporado con habilidad consumada su pensamiento poético expresado por él
mismo en inglés, a la literatura de Occidente». Fíjese en las palabras de
la Academia: 'belleza', 'frescura', 'sensibilidad'… Un miembro de la Academia
de Estocolmo, Verner Von Heidenstam, preparó una moción para conceder el premio
Nobel a Tagore. En ella se expresaba de este modo: «He leído los poemas de
'Gitánjali' con emoción profunda. No recuerdo nada en la poesía lírica de hace
muchos años que se pueda comparar. Ha sido una extraña sensación que solo me
atrevería a comparar con la que se experimenta al beber de un manantial fresco
y claro». Como escribe John Nicol Farquhar en la página 385 de «Modern
Religious Movements in India»: «La influencia de 'Gitánjali' se debe tanto
al profundo sentimiento religioso que inspiran los poemas como a la sinceridad
y sencillez de estilo, tocado con el color y la fragancia del Oriente».
Por
razones históricas que nos llevarían muy lejos para explicar aquí, la
religiosidad cristiana (tanto protestante como católica) durante gran parte del
siglo XIX y primera mitad del XX (hasta el ConcilioVaticano II), se había ido
haciendo demasiado intelectualista. Demasiado oficialista, demasiado seca y
rígida y árida… Sobre este panorama la espiritualidad de Tagore fue como una
lluvia de agua fresca sobre esta religiosidad «oficial» cristiana. Un fenómeno
parecido dentro de la Iglesia Católica de las tres primeras décadas del siglo
XX fue la devoción a Santa Teresita del Niño Jesús (un ejemplo de ternura
espiritual), que se impuso de una manera sorprendente a devociones antiguas más
sólidas…
—Parece
como si ese influjo, como el de figuras no del todo alejadas, como Hermann
Hesse, se ha reducido.
—Es
posible. En su «Testamento a la juventud de Europa» escribió Salvador de
Madariaga: «Europa fue construida sobre dos Pilares, la Mente de Europa la
formó Sócrates, el Corazón de Europa lo formó Jesucristo. El día que uno de
estos pilares falte Europa ya no será Europa». No falta quien piensa que
hoy los dos pilares comienzan a fallar. Espero que no. El cristianismo ha
pasado en dos mil años por un sin fin de avatares y los ha ido superando. Lo
que hoy domina la vida social pública en Occidente es una excesiva permisividad
sexual pública, un excesivo culto al dinero... La prensa diaria, incluso la
seria, parece flotar en un ambiente en el cual lo único que cuenta es el dinero
conseguido y manipulado por ricos y pobres en fiestas, espectáculos, ropas
femeninas carísimas (aunque ridículas)… También un excesivo culto a un deporte,
el fútbol… Cristiano Ronaldo y Messi parecen contar más que el primer
ministro de la nación, y del Balón de Oro más que los Premios Nobel de Ciencia
del año en curso. Todo esto puede hacer que el europeo de hoy día se vaya
olvidando tanto de Sócrates como de Jesucristo. En esta realidad, en este
ambiente, Tagore no tendría mucho que decir. Pero precisamente si la realidad
es la que he descrito, entonces la figura y la obra de Tagore, especialmente el
«Gitánjali», debieran ser una respuesta positiva, como antídoto a todo ese
exceso de vulgaridad, y de superficialidad vacía. Tagore nos invita en su
poesía bella y atractiva a encontrar la felicidad dentro de nosotros mismos y a
encontrar a Dios en la naturaleza, los pájaros, los árboles, el mar, las
nubes... Encontrar a un Dios que es Creador y Dueño del Universo, pero al
mismo tiempo accesible, cercano y lleno de amor.
—¿Cómo de
grande sigue siendo nuestro desconocimiento de la India a pesar de la
propagación de los viajes y de internet?
—En el
barco italiano que nos trajo por primera vez a la India –el «Ugolino Vivaldi»–
viajaba con los 14 jóvenes jesuitas españoles un veterano jesuita belga, el
obispo Oscar Sevrine, que volvía de Roma después de haber presentado su
dimisión y conseguido el nombramiento de un indio –perteneciente a la tribu
aborigen uraón– como sucesor suyo en la sede episcopal. Nos contó que cuando él
vino a la India, un compañero suyo con vocación de periodista a los quince días
de llegar a Calcuta escribió un largo artículo sobre los problemas más urgentes
del país y sobre las evidentes soluciones a ellos. En Bélgica gustó su artículo
y le pidieron más. Continuó por un año hasta que se dio cuenta que la realidad
resultaba muy diferente de lo que él escribía. Dejó de escribir.. Al cabo de
cinco años alguien le pidió un artículo y contestó diciendo que las cosas en la
India eran dificilísimas de entender. Y al cabo de diez años decía que cuanto
más tiempo pasaba en la India menos entendía todo.
Es verdad
que muchos europeos, incluyendo españoles, van viniendo a la India desde hace
20 años… La mayor parte es turismo superficial…el Taj Mahal, Delhi, Katmandú…
Para entender a la India hay que comenzar por la siguiente consideración: la
India es como toda Europa, es decir, un continente .Y como en Europa damos por
sabido que un español no es lo mismo que un finlandés y que los problemas de
Noruega no son los mismos que los de Rumanía, pues aplicando la misma regla nos
daremos cuenta de que siempre va a haber sitio para la ignorancia.
Segunda
consideración: la India es una confederación de unas 2.750 repúblicas
socialmente autónomas. Ese es el número más o menos aceptado de las castas y
subcastas existentes. En cada subcasta el elemento fundamental es la
endogamia: se casan entre ellos mismos y rechazan totalmente casarse con
miembros de ningún otro grupo. Es muy difícil, para uno que no vive dentro
de la India, entender toda la complejidad de lo que significa la casta.
Me
gustaría añadir una pequeña anécdota. En una recepción en la embajada india en
Londres, un oficial iba presentando los miembros de la embajada a una alta
personalidad de otro país. Al llegar a una señorita recién integrada en el
personal diplomático el oficial, creyendo que al visitante le gustaría
enterarse del hecho por ser de un país cristiano, dijo con solemnidad: «Esta
señora es una cristiana india». La señorita en cuestión irguió la cabeza y a
grito pelado para que todos se enterasen bien dijo: «Yo no soy una cristiana
india. ¡Yo soy una católica de Mangalore!», y les preguntó: «¿Lo han entendido
ustedes?». 'Cristiana india' se refiere generalmente a cristianos del norte de
la India convertidos en los dos últimos siglos de las castas inferiores,
mientras que católico mangaloriano se aplica al grupo geográfico del sur que se
hicieron católicos hace cuatro siglos desde castas superiores”.
Hoy
día, hojeando la edición del 'Panorama Anual', un sólido volumen de mil páginas
producido anualmente por el diario «Manorama», de Kerala, puedes enterarte de
todo lo que ha pasado en la India… de su historia, de su economía actual…, de
sus partidos políticos, etcétera, pero un país no son solo estadísticas sino
su literatura, sus ideas y sus prácticas religiosas.
—¿Qué es lo que más le impresionó de Tagore?
—Su espiritualidad intima, profunda… Invito a leer los
poemas número 5 («Permíteme, Señor,/ sentarme a tu lado un momento», 38 («Como
la noche guarda en su oscuridad/ el anhelo por la luz del día,/ así en lo más
profundo de mi ser/ resuena este grito:/ ¡Te amo a ti y solo a ti!»), 39
(«Cuando mi corazón esté duro y reseco,/ ven a mí, Señor, con una lluvia de
ternura»), 40 («Que la nube de tu gracia/ descienda desde el cielo/ como la
mirada llena de lágrimas de una madre/ se inclina hacia sus hijos/ el día de la
cólera del padre») y 76 («Bajo el firmamento inmenso,/ en soledad y silencio,/
con corazón humilde/ y lágrimas en los ojos/ me presento ante ti»). Y al mismo
tiempo una espiritualidad sin aspavientos, tranquila. Su espíritu es universal.
Era un católico en el sentido auténtico de la palabra. Quiso la independencia
de la India, pero nunca odió al pueblo inglés. Pertenecía a la aristocracia de
la India, pero entendió muy bien el mensaje de Jesucristo de la igualdad de
todos los hombres y de la opción por los pobres. Vean los poemas número 10 («tú
haces compañía/ a los solos y desamparados/ entre los más pobres,/ los más
míseros, los excluidos») y 77 («Tú eres el Hermano entre mis hermanos,/ pero yo
no me preocupo de ellos,/ ni comparto con ellos mis bienes,/ que sería, en
realidad, compartirlo todo contigo»).
—¿No cabría también
ver coincidencias o influencias en la obra de Tagore de la cosmovisión y la
fuerza de poetas como San Juan de la Cruz o Walt Whitman?
—Sería
difícil el señalar influencias directas de algún autor cristiano. Pero es
evidente que hay una gran infuencia del pensamiento cristiano como tal.
Ciertamente Tagore conocía muy bien la obra de Shelley y de Shakespeare. Su
obra, no obstante, contiene suficiente vocabulario hindú, sacado del exquisito
lirismo bengalí de la secta de chaitanya, para distinguir estos poemas de
cualquier obra europea y darles un atractivo frescor. Como señala el profesor
Farquhar en su ensayo sobre los movimientos religiosos modernos en la India, el
pensamiento dominante en Tagore es cristiano y en total armonía con la
corriente moderna. No existe en «Gitánjali» ni karma, ni transmigración, ni
quietismo, ni pesimismo, ni rechazo del mundo o de los sentidos. Existe,
por el contrario, la percepción de que la naturaleza es la revelación de Dios y
la alegría de encontrarle a Él en el sol y en la lluvia. Existe la dignidad y
el valor del trabajo y la liberación interna conseguida solamente por el camino
de bajar a donde Dios mora: entre los más pobres, los más míseros, los
excluidos».
—¿Qué fue
lo que llevó al padre Díaz Gárriz a la India y después de cincuenta años de
misión qué es la India para usted?
—En
alguna ocasión que nos vimos anteriormente ya le dije –no sé si me creyó o no–
que a los once años yo tenía bien claro que quería ser misionero. No es
este el momento de explicar cómo llegué yo a esa conclusión. Nos llevaría
lejos. Tal vez en otra ocasión. Como sabe nací en Estella. Francisco de Javier
era el héroe «nacional» de Navarra. La influencia de su vida, de su ejemplo,
era evidente en aquella generación en que no solo aprendíamos el «Catecismo»
sino que vivíamos y sentíamos la fe. Esto explicaría que mi vivencia religiosa
juvenil fuese por la ruta de Javier… Ser misionero era un auténtico ideal, una
gran ilusión.
¿Por qué
vine a la India? Eso ya es otra historia. Yo entré en el noviciado jesuita de
Loyola el año 1949, cuando tenía 17 años. Éramos 200 novicios, algo
inconcebible hoy. La mayoría provenía de los colegios jesuitas de Pamplona, San
Sebastián, Bilbao, Tudela, y Javier. La provincia jesuita llamada Castilla
Oriental tenía asignada por la Santa Sede la misión de Gujarat, y por lo tanto
yo no elegí ir a la India. Yo pedí «ir a las misiones». La elección de la India
estaba ya hecha de antemano. España tenía entonces muchas vocaciones y era
generosa. En el espacio de tres años vinimos 65 jesuitas jóvenes a Gujarat. Y
otros tantos fueron enviados a Hispanoamérica. Poco después de llegar nosotros
el Gobierno indio cerró a cal y canto la entrada en el país de misioneros
cristianos, tanto protestantes como católicos. En los años siguientes, con
cuentagotas, vinieron ocho más. De aquel primer arranque de 73 jóvenes han
pasado ya 60 años. Yo llegué en diciembre de 1951 en un grupo de 14. Algunos
–en realidad muy pocos– se volvieron a España por razones de salud u otras
razones personales. Otros han ido muriendo. Hoy quedamos 22 españoles, desde el
más joven, el pamplonica Joaquín Castiella, de 65 años, hasta el «abuelo»
bilbaíno de 96 años José María López de Pariza, que todavía se mantiene en pié.
El
nuestro ha sido un caso típico de «misión extranjera» transformada en iglesia
local. En Gujarat, hace 60 años éramos 120 jesuitas españoles y 15 jesuitas
indios. (Hay que clarificar que desde 1921 venían ya jesuitas españoles a
Gujarat procedentes de la llamada provincia jesuita de Aragón, que incluía
Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares). Hoy somos 300 jesuitas, 22 españoles y
278 indios, que llevan adelante todas las obras iniciadas por nosotros, desde
las misiones entre aborígenes del sur de Gujarat hasta la Universidad de
Ahmadabad. Lo que comenzó como misión extranjera es ya hoy una iglesia local,
con su propio clero y sus instituciones.
—¿Después
de sesenta años qué es la India para usted?
La
India es mi Karma-Bhumi, la tierra sagrada donde Dios ha querido que yo cumpla
mi destino. Hace unos años nos reunimos los 14 compañeros, que habíamos llegado
juntos el año 1951. Dos habían muerto,otro había sido llamado a las cátedra de
Psicología en una universidad jesuita de Estados Unidos. Los que nos reunimos
nos encontramos esparcidos de norte a sur, a distancias de hasta 500 kilómetros
y no es fácil vernos todos juntos. Cada uno hablo de sus experiencias .Todos
coincidimos en un punto: nuestra vida ha sido feliz y fructífera y el canto
final es un himno de agradecimiento al Señor.
Fuente: Alfonso Armada
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