La hierba de las noches es el relato en tono de novela negra de un hombre en pos de su pasado
Autor: Patrick Modiano. Traducción de María Teresa Gallego. Anagrama. Barcelona, 2014.
Toda vida es narración. Nunca sabemos precisamente en qué capítulo nos encontramos, ni qué sucedió en los capítulos precedentes, ni cómo se desarrollará la trama en el capítulo siguiente. La memoria y los deseos intentan reparar esas faltas narrativas con el empeño de inspirados paleógrafos, pero la reconstrucción de aquel texto perdido es azarosa y deficiente. Si toda novela trata de imaginar los capítulos que faltan en una vida, toda biografía es de alguna manera una inspirada ficción. A lo largo de una obra considerable, Patrick Modiano ha intentado construir esos capítulos de los cuales el autor no conoce a ciencia cierta más que algunos retazos. Sin embargo, estos bastan para dar a las novelas de Modiano una verosimilitud y convicción extraordinarias. La biografía de Modiano abarca la segunda mitad del siglo XX y los comienzos del XXI; su obra también. En el centro están los pavorosos años de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de Francia, y la larga sombra del Holocausto; también, la guerra de Argelia. La hierba de las noches no escapa a esa consabida trayectoria.
La hierba de las noches es el relato de un hombre en busca de su pasado, contado en el tono de una novela negra; a la vez, una denuncia de la inmoralidad común de la sociedad francesa, y la íntima confesión de cómo nace en Modiano (o en Jean, como se llama el protagonista) la vocación de escribir. Ambos actos tienen en común el intento de entender por qué hacemos lo que hacemos. “Frases que sorprendemos cuando nos cruzamos con dos personas que van charlando por la calle”, comenta Jean. “Y nunca sabremos a qué se referían”. Y agrega: “Un tren pasa por una estación a demasiada velocidad para que se pueda leer el nombre de la estación en el cartel. Entonces, con la frente pegada al cristal de la ventanilla, nos fijamos en unos cuantos detalles: que se cruza un río, que hay un pueblo con campanario, que una vaca negra está meditabunda debajo de un árbol, apartada del rebaño. Albergamos la esperanza de que en la estación siguiente leeremos un nombre y por fin sabremos en qué comarca estamos”. Así se escribe una novela, así se medita sobre los años vividos: buscando descubrir “en qué comarca estamos”. Nunca lo logramos por completo.
Y, sin embargo, hay claves. Jean recuerda que, a los 20 años, anotaba en una libreta nombres de personas con quienes se cruzaba después de su llegada a París, nombres de hoteles y de cafés, de calles oscuras, de personas que no volverá a ver y de lugares ya desaparecidos. A partir de esos nombres, Jean vuelve sobre sus propios recuerdos y empieza a desentrañar una trama de amores traicionados, amistades equívocas, secretos políticos, mentiras y engaños; en una palabra, la ficción que la realidad ofrece al escritor y que exige ser contada. “Vives una época breve de tu vida —día a día, sin hacerte preguntas— en circunstancias raras”, dice Jean, “entre personas que son raras también. Y hasta mucho más adelante no puedes entender por fin qué viviste y quiénes eran exactamente esos que te rodeaban, siempre y cuando te proporcionen por fin el medio para resolver un lenguaje en clave”. Esa última condición es esencial.
Las personas “raras” incluyen a la joven y seductora Dannie, al complejo y enigmático Ghali Aghamouri, al inquisitivo y taciturno Langlais, y algunos nombres más que pueblan el París del pasado de Jean, y que resultan ser todos, sin excepción, máscaras que ocultan no una sino varias identidades con las que Jean debe enfrentarse a lo largo de las páginas para intentar descubrir su propia identidad. Como la de los personajes con quienes se encuentra, la historia de Jean también es misteriosa, atisbada apenas en algunas frases lanzadas como por casualidad, a partir de las cuales el lector empieza a sospechar una verdad subyacente y quizás atroz.
La prosa sutil, minuciosa, alusiva de Modiano ha tenido la fortuna de ser vertida al castellano por la pluma de María Teresa Gallego, que ha encontrado el tono exacto para la voz de Jean: un tono cauteloso, medido, en el cual el lector intuye emociones contenidas a punto de estallar. La narración de Jean está jalonada por títulos de libros rescatados, al parecer arbitrariamente, de su propia historia: Se acabaron los sueños, La eternidad por los astros, Un hombre se inclina sobre su pasado. El lector sospecha que estos títulos contienen una clave: personajes de identidades ocultas, la tentación de culpar al destino por nuestros actos, la intuición de que nuestro pasado intenta decirnos algo que no llegamos a distinguir. Sin embargo, nada en Modiano es lo que aparenta ser. “¿El pasado?”, pregunta Jean. “No, qué va, no se trata del pasado, sino de los episodios de una vida soñada, intemporal, que le arranco, página a página, a la desabrida vida cotidiana para proporcionarle algunas sombras y algunas luces. Esta tarde, estamos en el presente, llueve; las personas y las cosas están ahogadas en la grisura y espero con impaciencia la noche, cuando todo destacará de forma clara precisamente por los contrastes de la sombra y de la luz”.
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Fuente: Babelia.
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