“Yo no tengo faltas de ortografía”. Todos hemos oído esta frase tan osada alguna vez. Sin embargo, el mismísimo Fernando Lázaro Carreter contaba que en una ocasión se refirió en público a unas testigas, y aunque quizá este desliz fue el que alentó a algunos innovadores a hablar de miembras, mejor será que nos moderemos, tanto en la euforia creadora como en la vanidad de pensarnos infalibles.
Aunque apliquemos correctamente las reglas ortográficas y no se nos cuele una 'h' de más o no dudemos al escribir una palabra entre la 'g' y la 'j', es innegable que escribimos mal y hablamos regular por desconocimiento de las reglas gramaticales. He aquí algunos de los ejemplos más comunes:
Queísmo: "Antes muerta que dequeísta"
¿Hay, lingüísticamente hablando, algo más feo que el dequeísmo? Hacemos un uso igualmente incorrecto del lenguaje cuando eliminamos la preposición 'de' que acompaña a algunos verbos (“No me di cuenta que me hablabas”) que cuando insertamos esta preposición entre dos términos que no deben llevarla (“Me han dicho de que no va a venir”).
El queísmo es la reacción al dequeísmo, una ultracorrección que resulta del temor a cometer un tipo de falta gramatical de pésima fama, achacada por lo general a la rusticidad más pertinaz. Por esta aprensión, preferimos equivocarnos por omisión de la preposición (un pecado venial) y optamos por comernos todos los 'de' sospechosos, aunque haya que morir de indigestión; cualquier cosa antes que caer, porque pensamos 'de que' es más grave, en semejante vulgarismo.
El infinitivo: "Iros a tomar por…"
¿Cómo debemos mandar al prójimo, cuando la afrenta lo exige, a freír espárragos, a hacer puñetas o a algún sitio poco recomendable y que esté suficientemente lejos? Habitualmente los maestros ordenan a los niños: “Sentaros”; los padres a los hijos: “Estaros quietos” y una melodramática y creativa Lola Flores, espetaba a sus admiradores: “Si me queréis, irse”. Sin embargo, la dificultad para usar el modo imperativo (sentaos, estaos quietos, idos) se reduce a suprimir la 'r' propia del infinitivo o a cambiarla por 'd'.
Como alternativa para padres y maestros que aspiren a ser obedecidos, existe la fórmula que sí se emplea en infinitivo: “¡A callar!”, que es incluso más tajante que la forma verbal cuya función específica es expresar mandato (al parecer muy pasada de moda), y es probable que sea también más eficaz.
Usos impropios de un vocablo: cansinos de estar cansinos
La televisión ha sido durante mucho tiempo nuestra gran bola mágica, el oráculo omnisciente a través del cual la verdad se manifiesta; el vehículo tecnológico del Ser. A lo largo de nuestra vida hemos aprendido que lo que no aparece en la venerada pantalla no existe, y lo que no tiene eco en la tele es tanto como la Nada. Y como lo que Es merece ser conocido y propagarse, los espectadores damos crédito a todo lo que se nos cuenta y reproducimos la mayor parte de lo que vemos y oímos.
Así se explica que un adjetivo que hace unos años un par de humoristas puso en circulación y que hasta ese momento era ajeno al registro coloquial, se haya convertido en demasiado habitual en muchas conversaciones de la calle, el trabajo, el círculo familiar, pero también de los medios de comunicación. ¡Qué hallazgo! Resulta que lo que siempre ha sido un tipo pesado, gárrulo, porfiado, terco, obstinado… vamos, un plasta, si no queremos abandonar la esfera coloquial, es ahora y desde que su significado fue reciclado en un programa de entretenimiento, un cansino.
Si bien es cierto que la lengua se transforma y va integrando o desestimando expresiones, palabras, sentidos, y conformándose gracias a la contribución de los hablantes, no deja de ser sorprendente la instalación plena en el lenguaje cotidiano de un vocablo que significa flojo, débil, lánguido, falto de fuerza (y que además no se aplica a personas), como sustitutivo de los adjetivos mencionados, que realmente sí aluden a la característica de ser cargante. Solo muy traído por los pelos puede significar cansino lo que pretendían los cómicos.
Un caminar cansino puede ser, desde luego, y de algún modo, pesado, pero en el sentido de que el caminante parece tener dificultades para avanzar, y no en el que la redefinición da a entender, que es simplemente fruto del desconocimiento de lo que significan las palabras que usamos.
Los géneros gramaticales: "Tengo una reunión en el AMPTTA"
¿Dónde dices? Pues clarito está: en la Asociación de Madres, Padres, Tutores y Tutoras de Alumnos y Alumnas del colegio. Pasando a la carrera por el hecho de que las asociaciones son nombres formados por siglas, y por tanto deben acompañarlos artículos femeninos (la AMPTTAA en este caso y no el AMPTTAA), la duplicación e incluso multiplicación de nombres y adjetivos está a punto de traspasar (ya lo ha hecho en algunos casos) la frontera de lo razonable y funcional y de instalarse en un modo comunicativo absurdo e ineficaz.
La estulticia instaurada en la cosa pública por lo que respecta a las políticas de igualdad, bautizada uso no sexista del lenguaje, nos condena a leer y oír (evitemos escucharlos en lo posible) engendros como este. Buscando otras fórmulas para neutralizar las marcas de género, algunos proponen soluciones que las invisibilicen, por ejemplo alumnado o infancia, que salvo en contados casos suponen un uso muy forzado del lenguaje ("Todo el alumnado de 2ºB levantó la mano"). Entienden que alumnos alude solo a los varones y ningunea a las mujeres, por lo que prefieren el colectivo alumnado, que por cierto, también ostenta una visible marca de género masculino, si en esas estamos. Sin embargo, cabe esperar que la ley de la economía del esfuerzo, que rige en el lenguaje como en cualquier otro organismo, haga volver las aguas a su cauce en un futuro no muy lejano.
También la falta de arrestos de los defensores de esta tendencia, que si son consecuentes tendrán que expresarse de modo casi ininteligible y prolijísimo, contribuirá a la extinción de esta manifestación de ignorancia que hace que algunos confundan los géneros gramaticales con las peliagudas y demasiado a menudo desiguales relaciones entre hombres y mujeres. En caso contrario, todos y todas las ciudadanas y ciudadanos, molestos y molestas con estas iniciativas, vamos dados y dadas…
Los pronombres posesivos: "Por tu detrás y en mi delante"
Pero entonces, ¿se dice delante mío o delante mía? Para saber si podemos usar un pronombre posesivo en frases como esta (aclaremos antes que el dilema no está en el uso del género masculino o femenino), basta con sustituir el pronombre por el adjetivo correspondiente. Si el resultado es agramatical, como en este caso (en mi delante), no debemos decir delante mío, porque los adverbios no admiten posesivos. Si por el contrario, podemos hacer la sustitución, como en la construcción al lado tuyo, que cabe expresarse también en la forma a tu lado, estamos haciendo un uso correcto del pronombre, porque lado está funcionando en este ejemplo como sustantivo, no como adverbio.
Los problemas del gerundio: "Se casó con ella matándola"
En opinión de muchos funcionarios (forenses, policías, administrativos) y otros gremios del sector privado, es indistinto el momento en el que transcurren las acciones, sobre todo si son pasadas. Aunque los hablantes del español utilizamos los tiempos y formas verbales como nos da la gana, hete aquí que poseen usos y funciones específicos para diferentes situaciones.
El gerundio indica simultaneidad de acciones, así que si nos tomamos en serio el enunciado, debemos entender que el asesino mató a su mujer en el transcurso del acto civil o religioso, mientras aseguraba que iba a quererla y cuidarla, lo que es de pésimo gusto por el pavor que debió de causar en los invitados y, además y por fortuna, improbable. Lo que ocurrió es que primero se casó y después la mató; puede ser que lo hiciera muy poco tiempo después, pero sincrónicamente… En el caso menos exagerado y más frecuente en la vida cotidiana de “Me avisaron del robo personándome en el lugar inmediatamente”, la simultaneidad, aún en el supuesto de que el diligente funcionario posea superpoderes, no es dudosa sino imposible.
La utilidad final de la corrección lingüística es el entendimiento entre los hablantes de un mismo idioma; el objetivo es alcanzar la máxima eficacia comunicativa (que no se logra con la mera aplicación de la regla de acentuación de las palabras agudas, ni con la colocación atinada de la 'v' y la 'b'), para lograr una mayor comprensión de los pensamientos, deseos, intenciones y sentimientos propios y ajenos. Nada más y nada menos.
Fuente: Blanca López, El confidencial
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