En estos últimos meses —con las revelaciones del topo estadounidense Edward Snowden— hemos visto claramente cómo Internet, originalmente lleno de tanta promesa para igualar el acceso a información en el mundo, se ha convertido, también, en una oscura herramienta de espionaje y vigilancia digna de la peor Gestapo. Ni hay que mencionar, además, que esta fantástica máquina —o red de máquinas— de información (¡de comunicación! ¡de archivo!) se ha atorado con material efímero, vulgar y banal. Pornografía y videos tiernos de gatos son dos enormes consumidores de banda ancha, por ejemplo. Pero tal vez Internet sea como una ciudad que fue fundada por una puñado de sabios (los científicos y geeks que asentaron las bases) pero que después, como cualquier ciudad luminosa sobre una colina, se convirtió en un imán para toda la humanidad: comerciantes y eruditos, artistas y ladrones, sacerdotes y prostitutas... Bueno, ya entendieron la metáfora.
Pero lo que queríamos decir es que en esta ciudad que es Internet hay una maravillosa Universidad y que es abierta. Sin exagerar, puede ser una de las más impresionantes universidades que haya erigido la humanidad. Aunque de acceso libre, a la vez está medio oculta. No tiene un nombre o un campus (o una solo url). No tiene un centro. Es una universidad flotante, en continuo cambio, siempre creciendo. Es tan grande que no se puede ver. Hay que ir armándola como un rompecabezas. El propósito de esta breve columna es simplemente indicar algunas de sus piezas. Al menos las piezas de las esquinas, que es por donde uno siempre empieza.
En teoría, con los recursos que existen online y gratis, podríamos armarnos un currículo de estudios que es de calidad mundial. Podríamos, ahora mismo, cursar materias que ofrecen las mejores universidades del mundo. Esto gracias al movimiento OpenCourseWare (algo así como materiales de cursos abiertos) que tiene un poco más de diez años de existencia y al cual se adhieren cada vez más instituciones educativas. Básicamente, es un movimiento altruista que considera que abrir información es beneficioso para la humanidad. Las universidades que se adhieren a este movimiento lo hacen pensando que compartir los materiales de sus cátedras no perjudicará su supervivencia, porque la experiencia de estar en carne y hueso en una universidad real no puede ser suplantada por una virtual. Pero creen, a la vez, que acceder a los contenidos de una universidad virtual puede cambiarle la vida a una persona que, de otra manera, no podría asistir la universidad real.
Pero acabamos de decir en teoría porque hay por lo menos tres barreras iniciales que pueden impedirnos realizar esta utopía. Una es tecnológica, la otra es de lenguaje y la última es psicológica. La tecnológica tiene que ver con el acceso a la tecnología y temas relacionados con la brecha digital. Para acceder a estos materiales necesitamos una conexión a Internet y el conocimiento básico de cómo funciona la lógica de la web. La segunda, de lenguaje, es complicada también. Es fundamental saber inglés, ya que la mayoría de los cursos los que vamos a referirnos están en universidades estadounidenses. Si superamos las primeras dos barreras, es turno de la tercera, la psicológica. Hay acceso, hay material, hay textos, hay videos de ponencias, material de referencia... todo esto está. Pero al fin, en frente de todo este material estamos solos, solos con la computadora y tal vez un cuaderno para anotar. Para sacarle provecho a este recurso tenemos que encarnar los ideales del autodidacta. No hay exámenes para motivarnos vía el castigo; no hay títulos en juego para motivarnos a través del prestigio; no hay alumnos para motivarnos vía el compañerismo. Estamos solos con nuestras ignorancias y deseos de conocer mejor al mundo y sus innumerables misterios.
II.
Tal vez el aula más enorme de lo que hemos designado La Universidad Invisible, es el sitio de OpenCourseWare del Massachusetts Institute of Technology. El MIT está a la vanguardia del conocimiento científico y tecnológico. La meta de este sitio es ofrecer un espejo online de sus cursos reales. Es un trabajo en curso, pero la cantidad de materiales e información que existe ahora mismo es tan abundante que llega a ser abrumadora. Hay cursos sobre Filosofía Legal, Teoría Financiera, Cognición en la primera infancia, Ingeniería Mecánica. Y con este listado ni siquiera tocamos la superficie de las 2150 materias que actualmente están en el sitio.
Para los humanistas un sitio fundamental y casi tan asombroso como el del MIT —aunque mucho más pequeño— es el de la Universidad deYale, Open Yale Courses. Lo más valioso de este sitio son los videos de las ponencias de los profesores. Se puede asistir virtualmente a todas las clases de materias como Introducción a la historia griega antigua, Introducción a la teoría de la literatura, Arquitectura Romana, Introducción a la teoría política, o un seminario sobre Hemingway, Fitzgerald y Faulkner.
Entre paréntesis, la matrícula anual del MIT está por encima de los 40.000 dólares por año y la de Yale asciende a 50.000. Pero por más que tuviéramos el dinero para asistir a estas universidades, es casi imposible formar parte del alumnado. Se necesita un récord académico, personal y profesional impoluto y de nivel de un niño prodigio. Son lugares elitistas, como el Real Madrid en fútbol. Solo juegan los más talentosos. Por lo tanto, asistir virtualmente a estas clases tiene una segunda función: es como espiar -como en un reality- aunque sea una parte de la clase provilegiada de ese país (en el caso de Yale) o la de los alumnos más de élite de ciencias y matemáticas del planeta (en el caso del MIT).
Al fin de esta nota hay una lista de universidades que ofrecen materiales y cursos vía el sistema OpenCourseWare. Arrancamos con el MIT y Yale por su prestigio, por la excelencia de su sitios y también porque solo con estas dos “aulas” virtuales, tenemos trabajo intenso para dos o tres años como mínimo.
III.
Emparentado al sistema o movimiento OpenCourseWare hay un sitio relativamente nuevo, extraoridinario, llamado edX. Es un consorcio que agrupa 31 universidades, entre ellas Harvard, MIT, la Universidad de Hong Kong, ITT Bombay, Berkley y el Ecole politique de Lausanne.
Aunque esta iniciativa comparte el espíritu del OpenCourseWare, en cuanto es gratis y provee los mismos materiales que las universidades en carne y hueso ofrecen a sus alumnos, tiene una diferencia fundamental a los sitios que hemos mencionado hasta ahora. Es más formal: hay que registrarse y seguir los cursos según un cronograma específico. También hay exámenes para medir el progreso y foros donde además se puede interactuar con asistentes de los profesores o los alumnos mismos.
El semestre de este año recién arranca, así que hay tiempo para sumarse.
Por ahí todo te suena muy lindo, pero tenemos problemas más básicos. Por ejemplo, revisar la matemática elemental de la primaria antes de cursar materias de física cuántica. Para eso podemos recomendar un sitio extraordinario llamado Khan Academy. Aquí también hay que registrarse. Este sitio es uno de los mejores ejemplos de una aula virtual. Hay un pizarrón virtual, los instructivos son didácticos, hay pruebas de evaluación. El sitio arranca con aritmética de tercer grado y llega hasta el cálculo integral y ecuaciones diferenciales. También tiene materias en ciencia y economía y financias. Nadie menos que Bill Gates ha alabado el contenido y método de este sitio.
IV.
Proponemos, entonces, estos cuatro sitios como las piezas de esquina de la “Universidad Invisible”: MIT OCW; Open Yale Courses; edX; y Khan Academy. Sigue una lista de piezas sueltas para ir rellenando. Parece sencillo, pero puede ser el trabajo de toda una vida.
825 cursos gratuitos de univeidades prestigiosas. Lista por Open Culture.
Fuente: Revista Ñ
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