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Herencia literaria

Julio Córtazar en una imagen de archivo de 1968. A. GALVEZTreinta años después de su muerte en París, Julio Cortázar y su genial pluma no solo no han perdido vigencia sino que siguen inspirando a las nuevas generaciones de escritores argentinos.
«Creo que Julio Cortázar está presente a la hora de pensar mis personajes, la importancia de las ciudades como ámbitos recurrentes en mis ficciones, la búsqueda de una escritura que resulte cercana a la experiencia de la lectura», reconoció a Efe el novelista y periodista argentino Sergio Olguín, nacido en Buenos Aires en 1967. Ganador del premio Tusquets de Novela en 2009 con «Oscura monótona sangre», destacó que en la década de los ochenta «muchos críticos intentaron destruirlo, se burlaron de él o lo ningunearon, pero sus libros han sobrevivido en el gusto del lector».
Cuando Hernán Ronsino (Chivilcoy, 1975) comenzó a escribir, sobre los 20 años, descubrió que Julio Cortázar vivió y trabajó como maestro durante cinco años en su ciudad natal, unos 160 kilómetros al oeste de Buenos Aires, lo que le llevó a leerlo «con atención y desde un lugar muy cercano», rememoró. El autor de Lumbre y Glaxo, ambientadas en Chivilcoy, señaló que el juego y la música, imprescindibles en «Rayuela» y en muchas otras obras cortazarianas, han tenido una gran influencia tanto en la literatura argentina como en la latinoamericana.
La cuentista Samanta Schweblin coincidió en que Julio Cortázar «abrió el juego» y «le dio al cuento rioplatense, característico por su oscilación entre la realidad y el fantástico, un espacio más abierto y lúdico, y no por eso menos denso ni angustiante, que no se había abordado todavía». Esta escritora porteña de 35 años, creadora de perturbadoras atmósferas en su libro de cuentos Pájaros en la boca, aseguró que «la frescura» y «la gran cercanía e identificación» de los relatos breves de Julio Cortázar la empujaron por primera vez a la escritura y a la idea de que «en la literatura hay juego y hay disfrute, aún para narrar la oscuridad».
Indisolublemente unida al juego, los escritores argentinos contemporáneos destacaron también «la libertad que tenía para escribir» el recordado maestro argentino y que caló hondo en la literatura, en palabras del novelista y poeta Pedro Mairal. Entrevistado por Efe, Mairal, de 43 años, subrayó «la libertad sintáctica que se ve en sus diálogos, en frases que comienzan sintácticamente correctas y florecen, se expanden, se ramifican» y también su capacidad para «mirar una cantidad de detalles de lugares que son invisibles, por donde uno pasa a toda velocidad» en libros como Los autonautas de la cosmopista.
A diferencia de sus predecesores, en líneas generales, los jóvenes escritores aprecian más los cuentos de Julio Cortázar, como Casa tomada o la compilación de Bestiario, que las novelas que le consagraron. «Rayuela debe haber influido mucho, pero no sé si tanto con los autores de mi generación como los de la anterior, dejó abierta una puerta para los que vinieron después y esos fueron los anteriores a mi generación», opinó Mairal.
«Su obra novelística me resultó un poco anacrónica, impresión que no tuve con sus maravillosos cuentos», apuntó Oliverio Coelho, elegido por la revista británica Granta en 2010 como uno de los mejores escritores hispanohablantes menores de 35 años. «En realidad al Julio Cortázar novelista hay que leerlo joven y a mí se me pasó la hora», agregó este escritor y crítico literario, nacido en la capital argentina en 1977.
Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) admitió meses atrás que no le gustan mucho las novelas de Julio Cortázar , tampoco le gusta La Maga y le sorprende que el mítico personaje femenino de Rayuela fuera considerado «el ideal de una generación».
Herencia reconocida o no, el padre de Historias de cronopios y famas ha sido leído por todos los escritores argentinos que le sucedieron y en el trigésimo aniversario de su muerte «se lo sigue leyendo», indicó Olguín. «Eso solo se puede decir de muy pocos autores muertos», concluyó este novelista.

Fuente: Mar Centenera

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