“Buenos Aires, desde luego, es algo más que una determinada extensión surcada de calles que se cortan en línea recta y en las que hay muchas casas bajas y muchos patios. Para todo porteño, Buenos Aires, al cabo de los años, se ha convertido en una especie de mapa secreto de memorias, de encuentro, de adioses, acaso de agonía y humillaciones, y tenemos dos ciudades: una la ciudad pública que registra los cartógrafos, y otra, la íntima y secreta ciudad de nuestras biografías".
Borges, El mapa secreto. 1956
Borges, El mapa secreto. 1956
Porteño, así se declaraba Borges, más que argentino o latinoamericano.
Su identidad política, su identidad ciudadana, y el lugar de
localización es ser un hombre de Buenos Aires. “El elemento de la
localización, es decir, desde dónde miro el mundo. Borges insiste en que
uno debe mirar el universo desde un lugar’’, según Ricardo Piglia.
“Al decir Borges estamos diciendo algo que podríamos considerar un
espacio particular de percibir la realidad, uno dice lo borgiano es como
decir lo kafkiano; son algunos escritores que han puesto en la realidad
una nueva manera de percibir el mundo. Son aquellos escritores que nos
hacen recordarlos en el momento que se produce una situación que
relacionamos con su obra. Todos alguna vez hemos estado en una oficina
que era kafkiana, frente a una llanura o espacio infinito recordamos a
Borges’’.
En Borges se encuentran dos particularidades: la capacidad de microscopía y la noción de lo fantástico.
En relación a lo primero Borges nunca escribió texto de más
de 5 páginas, o raramente lo hizo. “No se dejó llevar por la intensidad
de decirlo todo, tuvo la capacidad de insinuar. Desarrolló el arte del
resumen, de la miniatura, como si nos hubiera enseñado la mirada del
miope que debe mirar de cerca. Sabe mirar muy bien los detalles de la
ciudad, miradas que tienden a focalizarse en ciertos fragmentos de la
ciudad. A ver lo mínimo’’. En el segundo ámbito, el de la noción de lo
fantástico, Borges le cambia el sentido hacia una noción conceptual y
hace de lo fantástico la posibilidad de captar en lo real elementos
perturbadores de la experiencia de la realidad’’.
Jorge Luis Borges no tiende a reflejar la realidad, sino que postula una realidad; esta diferencia es muy importante, sostiene Piglia. Y pone como ejemplo, las letras de tango que están muy conectadas con la ciudad de Buenos Aires, entre los años 1917 y 1956. “Si los leyéramos todos tendríamos una visión distorsionada de lo que fue la ciudad de Buenos Aires: todas las chicas son malas, nunca hay un padre, parece que nadie trabajara porque están en el bar o de farra toda la noche. Es decir, el tango no habla de Buenos Aires tal cual es, sino que postula un Buenos Aires imaginario. Cuando uno lee los textos de Borges tiene que ver que él postula una ciudad que no está reflejando una ciudad, está trabajando con elementos de construcciones imaginarias. A veces esas construcciones imaginarias nos dicen mucho o nos permiten entender mejor el funcionamiento real de esa ciudad más que otros intentos realistas y chatos’’, explica Piglia.
En el caso de Borges, “él construyó imaginariamente el suburbio, las orillas de la ciudad, el borde, el límite, la frontera, lo que está entre la ciudad y la pampa. Entre el mundo de la llanura y el mundo de la ciudad Borges construye un lugar de pasaje, que es un lugar intermedio’’. Borges construye algo que él mismo llamó la “mitología del arrabal’’, algo que está fuera de la historia, que funciona como una metáfora de lo que serían esas tradiciones argentinas que él trata de reivindicar o construir con su obra. “Buenos Aires es una ciudad postulada por Borges, él la convierte en una ciudad imaginaria, donde los cuentos tienen una impostación oral fuerte, centrados en la zona de San Telmo y el viejo Palermo’’.
Fuente: Ricardo Piglia. Borges y la ciudad, seminario (2011)
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