Solaris, la célebre novela de Stanislaw Lem se sitúa en un planeta pequeño, perteneciente a un sistema con dos soles, un sol rojo y un sol azul, y cubierto casi en su totalidad por un enorme océano de una sustancia desconocida, cuyo mejor apelativo es plasma. Pero no se trata de un océano cualquiera, la sustancia de la que está formado es como un enorme ser vivo, casi se podría decir que el planeta entero es también un ser vivo y el océano su mente. Una forma de vida alienígena que escapa totalmente a la comprensión humana al igual que sus no menos extrañas capacidades. Como ejemplo de esas milagrosas capacidades basta con decir la permanente corrección de la órbita de Solaris, necesariamente inestable al pertenecer a un sistema binario. Bien, esto es lo que sabemos al principio de la novela y es, poco más o menos, lo que acabaremos sabiendo al final.
¿Cuál es el argumento?. La novela comienza con la llegada de Kris Kelvin a la Estación Solaris, suspendida en el aire a cuatrocientos metros sobre el océano, para unirse a los trabajos de investigación que allí se realizan. Pero nada más llegar ya tiene sorpresas. Se encuentra con que de los tres ocupantes de la estación uno está muerto, otro consumido por el miedo y el tercero encerrado en un laboratorio y aislado del resto de la estación, posiblemente loco. Y en medio de ese desconcierto Kelvin se tropieza con otras personas, antes reales pero ahora recreaciones fantasmales enviadas por Solaris y extraídas de los recuerdos de los miembros de la estación, y entre ellas está su mujer muerta años atrás. Lo más extraño y lo más inquietante es que no se trata de fantasmas inmateriales, sino de auténticas personas de carne y hueso que ignoran su condición de recreaciones, sienten y piensan como sus originales y, a todos los efectos, son los originales.
¿Qué es Solaris, la novela?. Tampoco es fácil intentar catalogar la novela. Podríamos decir que es una novela de primer contacto ya que nos encontramos ante un ente alienígena, pero no creo que ésta sea la mejor definición, ya que no se produce ningún contacto ni ninguna comunicación, y ni siquiera se sabe con certeza qué es Solaris. Lo más importante de la novela no es el misterioso Solaris, a pesar de ser el eje en torno al cual gira el libro, lo más importante es el hombre, sus emociones, sus sentimientos, sus anhelos, sus secretos, sus errores, sus angustias o sus temores. Es casi un tratado de psicología a la vez que un estudio del papel del hombre en el universo.
Estamos ante una novela sobresaliente, escrita desde una perspectiva distinta a lo que estaba acostumbrado. No se presenta un futuro lustroso y exuberante técnicamente, no se maravilla al lector con sorprendentes especulaciones científicas, no hay aventuras, ni hay un final esclarecedor. Es una novela de ambientación claustrofóbica, intimista y angustiante, con pocos personajes, donde no se hace ostentación de ninguna clase de tecnología, la cual brilla por su ausencia. Los personajes son como no había visto en mucho tiempo y podemos encontrar en ellos una autentica personalidad, incluso en las recreaciones fantasmales. El personaje de Snaut me atrajo casi más que el protagonista, misterioso rezuma simpatía y desconfianza al mismo tiempo, afable y cargante, comprensivo y a la vez descarado, siempre va un paso por delante de Kelvin y le guía y aconseja gracias a su mayor experiencia en los extraños sucesos que acontecen en la estación. Podemos encontrar un personaje muerto, Gibarian, cuya influencia se deja notar en cada página del libro y es el puente de unión entre el pasado de Solaris, las antiguas investigaciones del planeta comenzadas más de cien años atrás con el descubrimiento del planeta, y el presente de los protagonistas. Y por último Sartorius, casi tan misterioso como el mismo Solaris, siempre encerrado en su laboratorio con su pesadilla personal. Tres personajes, cuatro si contamos a Harey, la mujer de Kelvin, con mayor riqueza que decenas de personajes de otras novelas. Y todos los personajes son complejos, con múltiples facetas, todos tienen algo que ocultar. A esta riqueza ayudan enormemente unos diálogos brillantes en los que casi podemos sentir que los personajes no sólo dicen lo que tienen que decir sino que piensan mientras hablan. En un mismo párrafo un personaje puede cambiar su línea de razonamiento, titubear, hacer pausas, volver atrás, romper el discurso con un comentario adicional para volver a retomarlo..., y todo ello con una naturalidad pasmosa.
Lem también nos cuenta toda la historia de las investigaciones y teorías sobre Solaris a través de las múltiples visitas de Kelvin a la biblioteca. En ellas recorremos la historia desde su descubrimiento, las diferentes etapas en su exploración, así como la evolución en el tiempo de las teorías sobre su naturaleza. Se puede entrever aquí una especie de crítica al mundo científico y a su forma antropocéntrica de pensamiento, según la cual tenemos una visión y una interpretación distorsionada del universo. Son pasajes de la novela bastante densos, con abundante información, aunque de gran interés. Lem entrelaza la historia intimista y obsesiva de los tres ocupantes de la estación con los más de cien años de historia de Solaris, mezclando así lo pequeño y lo grande, lo breve y lo eterno, logrando un perfecto equilibrio. También, mientras nos narra las antiguas expediciones enviadas al planeta, nos describe las sorprendentes y gigantestas estructuras que construye el océano y de las que, como todo en Solaris, no comprendemos ni conocemos su finalidad.
Si tuviese que decir alguna otra novela a la que me recuerde vagamente diría que a pórtico, salvando las distancias. En ambas tenemos un primer contacto con alienígenas que nos son desconocidos, que no comprendemos sus motivaciones, en medio de una atmósfera claustrofóbica, agobiante y decadente, donde lo importante son las emociones, los personajes y las relaciones entre ellos. Al acabar ambas novelas no sabemos casi nada de los extraterrestres, pero sabemos mucho más sobre la condición humana y nuestro lugar en el universo, o al menos nos planteamos nuevos interrogantes. La principal diferencia es que en portico nos encontrábamos ante una tecnología desconocida a través de la cual se intentaba descubrir y comprender a sus creadores, mientras que en Solaris nos encontramos directamente con un ente alienígena pero la mutua comprensión y las posibilidades de comunicación son nulas.
Si Solaris está fuera del alcance de la comprensión humana, Solaris está por encima de lo habitual en ciencia ficción.
Fuente: Jordi García
Comentarios
Publicar un comentario
Esperamos tu comentario