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Mostrando entradas de febrero, 2016

Rubén Darío: centenario

La trayectoria del poeta está marcada por la publicación de 'Azul', su encuentro con Paul Verlaine y Jean Moréas en París, su visita a España y su breve autobiografía Rubén Darío en cuatro momentos 1. 1888. Azul… se publica en Valparaíso. Darío manda un ejemplar a Juan Valera, quien, atónito, lo elogia en Los Lunes de El Imparcial. Pese al “galicismo mental” que impregna el librito, muy en deuda con Victor Hugo, no se trata en absoluto de un pastiche. “Usted es usted con gran fondo de originalidad y de originalidad muy extraña”, sentencia. No cree capaz de tal hazaña a ningún poeta actual de la madre patria, pues ¿no es cierto que “todos tenemos un fondo de españolismo que nadie nos arranca ni a veinticinco tirones”? “Cada composición”, sigue, “parece un himno sagrado a Eros”. A Eros en clave francesa: el joven nicaragüense escribe como si hubiera nacido en pleno Quartier Latin. Es un portento. 2. 1893. ¡Por fin el París soñado, capital mundial del goce! Serán los

Consejos borgeanos

En 1964 la revista francesa l’Herne decidió hacer un número especial dedicado a Jorge Luis Borges, en el que el escritor Adolfo Bioy Casares, escribió que años atrás, entre Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y él mismo, pensaron escribir un relato a seis manos ambientado en Francia, cuyo protagonista hubiera sido un joven escritor de provincias. Y aunque el relato no llegó a culminarse, quedó un texto escrito por el propio Jorge Luis Borges, donde escribe una irónica lista de 16 consejos, sobre lo que un escritor debe evitar al escribir. Aquí los mostramos. En literatura es preciso evitar: 1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc. 2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson. 3. La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens. 4. E

El barón Biza

Escritor polémico, playboy millonario, empresario con simpatías revolucionarias, su obra suele quedar en un segundo plano frente a su sinuosa vida, plagada de episodios insólitos y oscuros. La reedición de su biografía definitiva vuelve a echar luz sobre un personaje escandaloso Fue muchas cosas: escritor, playboy, millonario, izquierdista, pornógrafo, exiliado, empresario, financista de revoluciones, político, concesionario municipal, habitué de prisiones, editor de periódicos, huelguista de hambre, suicida, enamorado e infame. A pesar de tanto ajetreo, la suya parece haber sido una vida sin dirección. Sobre su fortuna dirá: "Yo no soy culpable de mi riqueza, no hice más que heredarla". En sus novelas siempre hay un personaje asombrado de haberse vuelto instantáneamente adinerado por causa de un certifi cado de defunción del padre y de una partida de nacimiento suya. Quizás haya sido un rentista que creía saber una verdad fea sobre el mundo y no quiso callársela.

Kike Ferrari: la zona oscura

Muchas veces se ha acusado a los escritores de habitar la así llamada "torre de cristal": un espacio alejado de toda mundanidad, exento de la complejidad de las relaciones sociales, un sitial destinado a "l'art pour l'art", como lo llamaban algunos románticos franceses. Pronto esa imagen se transformó hacia aquella en la que el trabajador intelectual -el escritor- ejercía su derecho a abandonar aquella torre y sumergirse en la sociedad al natural como quien se introduce en un mundo ajeno, pero con el que se identifica. Más escasos son las experiencias de escritores surgidos desde el mundo mismo del trabajador manual -y que triunfan como literatos-. Pero que los hay, los hay. Tal es el caso del novelista y cuentista argentino Kike Ferrari. Un hombre cuyas obras han sido publicadas en la Argentina, Francia, México, Italia y España y que ha ganado varios premios internacionales en el género al que se dedica: el género negro. Ganó el premio Casa de las Amér

El lector optimista

Julio Cortázar, buscando lecturas en París. Leer nos hace más felices Los lectores están más contentos y satisfechos que los no lectores y, en general, son menos agresivos y más optimistas, según un estudio reciente de la Universidad de Roma III La lectura nos hace más felices y nos ayuda a afrontar mejor la existencia. Los lectores están más contentos y satisfechos que los no lectores, en general son menos agresivos y más optimistas”. Quienes lo dicen son los responsables de un análisis reciente elaborado por la Universidad de Roma III a partir de entrevistas a 1.100 personas. Aplicando índices como el de la medición de la felicidad de Veenhoven y escalas como la Diener para registrar el grado de satisfacción con la vida, los investigadores han llegado a estas conclusiones que demuestran, como dice Nuccio Ordine, autor del manifiesto La utilidad de lo inútil, que “nutrir el espíritu puede ser tan importante como alimentar el cuerpo” y que necesitamos, mucho más de lo qu

Textos: Marguerite Duras

Escribir para estar sola Alrededor de una persona que escribe libros siempre debe hacer una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el día, esta soledad real del cuerpo se convierte en la soledad, inviolable, del escribir. Escribir: es lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. Lo he hecho. La escritura nunca me ha abandonado. La soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Yo la hice. Porque decidí que era allí donde debía estar sola, donde estaría sola para escribir libros. Puedo decir lo que quiero, nunca descubriré por qué se escribe ni cómo se escribe. Nunca he podido empezar un libro sin terminarlo. Nunca he hecho un libro que no fuera ya una razón de ser mientras se escribía, y eso

Borges y Saer: una conversación

Diálogo entre Jorge Luis Borges y Juan José Saer, realizado en Santa Fe el 15 de junio de 1968 En Revista Crisis (segunda época, número 63) Buenos Aires, agosto de 1988. En la tarde del 15 de junio de 1968 se encontraron Juan José Saer y Jorge Luis Borges en Santa Fe. Esa noche, Borges hablaría sobre el Ulises de Joyce. Durante un par de horas conversaron ante un grabador. A veinte años de aquel diálogo —inédito hasta hoy— puede verse a Saer indagando en el pensamiento borgiano o a Borges comentando los problemas que Saer se planteaba en torno de la literatura. Ambos hablaron de sí mismos y del otro. Los años nos depararon otra repuesta: la obra del indagador. —Yo he sido un devoto de Baudelaire. Podría citar indefinida y casi infinitamente Les fleurs du mal. Y luego me he apartado de él porque he sentido —quizá mi ascendencia protestante tenga algo que ver— que era un escritor que me hacía mal, que era un escritor muy preocupado de su destino personal, de su ventura o des