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Mostrando entradas de marzo, 2016

Fabián Casas

Si Fabián Casas fuera futbolista, sería un enganche. Un talentoso número diez. Probablemente tocaría muy bien el balón hacia los lados, iría siempre adelante y le pegaría al arco con buena puntería.  No obstante, el destino –ese conjunto de circunstancias de las que nadie puede escapar-- hizo que este argentino de 50 años de edad termine siendo un escritor distinto. Filósofo, ensayista, periodista, narrador y poeta, este hincha del club del Papa Francisco, tiene las respuestas precisas y las reflexiones más certeras sobre cualquier conversación que se le plantee. Este fan de los poemas de Javier Heraud y admirador de la obra de Vargas Llosa,  volvió al Perú tres décadas después de su primera visita. En aquella época era un simple mochilero. Hoy, con menos pelo, dos hijos a cuestas y varios libros elogiados en su historial, es el mismo chico sencillo que salió de Boedo, el barrio del querido club San Lorenzo de Almagro. Conversamos con Fabián Casas con motivo de la publ

Un escritor anticuado

Por: Rodrigo Fresan Leer en Wallace. O escribir en Wallace. O hablar y oír en Wallace. O entender el idioma en el que David Foster Wallace pensaba y en/con el que escribió todos y cada uno de sus libros; desde La escoba del sistema en 1987 hasta el póstumo e inconcluso El rey pálido en 2011. ¿Cómo o a qué suena ese idioma entre exótico e inmediatamente reconocible?¿Como el rugido de un 747 tomando carrera para despegar? ¿Como ese orgásmico estornudo que nos deja satisfechos, pero bañados en mucosa de variable consistencia? Una cosa está clara: Wallace —como suele ocurrir con los grandes de verdad, como sucede con Miguel de Cervantes o Franz Kafka o Lawrence Sterne o Marcel Proust o William Shakespeare o James Joyce o Franz Kafka o Vladimir Nabokov o Jorge Luis Borges o Thomas Pynchon— no es «apto para todo público» porque no todos saben hablar en Wallace, o leer en Wallace. Alguien tan inteligente como Geoff Dyer, seguro, está capacitado para leer a todas las firmas an

El sueño enciclopédico del Nuevo Mundo

La Unesco reconoce el valor de los Vocabularios de Lenguas Indígenas de América y Asia, del siglo XVIII Esta historia empieza en Rusia en el último tercio del siglo XVIII y, tras pasar por España y llegar a México, al Perú y las Filipinas, termina en la Unesco, que acaba de reconocer el valor universal de una serie de Vocabularios de Lenguas Indígenas del Nuevo Mundo guardados en el Archivo General de Indias de Sevilla. Se trata de 12 documentos del siglo XVIII que contienen la lexicografía de 35 lenguas indígenas de América y Asia —desde el populca de Veracruz al rapanui de la Isla de Pascua o el quechua de los Andes—, que han pasado a formar parte del Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco, un listado que recoge el patrimonio documental de gran importancia para la historia de la humanidad. Todo comenzó en la imaginación de la zarina Catalina II, Catalina la grande, que, imbuida por el espíritu enciclopédico de la ilustración y retomando un proyecto del filósofo al

Faulkner

La pasión de lo posible, ese ojo eternamente joven y eternamente ardiente que ve por todos lados posibilidades. El goce decepciona, pero la posibilidad no.                                                          Sören Kierkegaard  Por: Óscar Sánchez Vadillo  Robert Louis Stevenson es el único autor del Romanticismo, hasta donde yo conozco, que reconoció que la obra literaria siempre es inferior a la realidad. Recuerdo que decía que la vida es como el sol, demasiado cegadora para mirarla directamente, y, desde luego, tal como yo lo veo, el arte, más que tratar de reflejarla, la elude, transponiéndola a un código indirecto, la escritura, donde su brillo resulta más manejable. Si uno, además, ha leído algo de historia o biografía histórica -por ejemplo, me viene a la cabeza ahora la extraordinaria vida de Hernán Cortés-, sabe que no es del todo cierto que la ficción sea capaz de concebir una épica más grandiosa y perfecta que la del mundo real. A menudo, en efecto, han sucedido

Catálogo de hechos inconsistentes

Hace unos años, Juan Rodolfo Wilcock (que vivió la mayor parte de su vida en Italia) recopiló noticias de diarios cuyo interés es efímero e incluso nulo. Este tipo de información fue recogida por el autor  en un libro que es un verdadero despliegue de ocurrencias, una obra cargada de humor, pero de un humor involuntario, un humor que seguramente no querían lograr aquellos que escribieron los textos originales que integran el texto. El archivista En su libro Hechos Inquietantes , Juan Rodolfo Wilcock –poeta en español, prosista en italiano- se dedicó a registrar una sucesión de artículos “raros” extraídos de la prensa diaria de una gran cantidad de periódicos, fundamentalmente europeos. Con afán de coleccionista pero con artes de comentador, Wilcock compiló el muestrario en este libro único, inclasificable, la típica pieza que los libreros no saben dónde ubicar en sus estantes, optando por relegarlo a la sección “Varios” (desde esta página recomendamos fervientemente la visit

Algo sobre Wilcock

Juan Rodolfo Wilcock nació el 17 de abril de 1919 y murió, joven, el 16 de marzo de 1978. Un día del año 1957 viajó desde Buenos Aires a Roma y abandonó su castellano natal para empezar a escribir en italiano. El cambio de lengua quizás no fue el mismo día, ni siquiera el mismo año, pero se publicitan como decisiones coordinadas. Julio Cortázar se había mudado antes a París, un destino más convencional, y no dejó pasar oportunidad de aclarar que jamás había abandonado su lengua. Se sabe, escapaba apenas de la modificaciones estéticas y sociales que había generado el peronismo. De hecho, dejó un cuento para nada malo sobre este particular. Wilcock, sin embargo, se fue cuando el peronismo terminaba. Sus motivos resultan menos comentados y, si cabe, más íntimos y oscuros. ¿Quién era cuando se fue? Todas las notas que lo elogian describen un ingeniero letrado, el hijo de un inglés y de una mujer argentina de familia suiza. También un poeta que sabía de ferrocarriles. Sus dos primeros

Fractales en literatura

Detectan fractales en las grandes obras de la literatura universal. Aquellas basadas en el “fluir de conciencia”, como ‘Las Olas’ de Virginia Woolf, presentan una complejidad matemática aún mayor. Autores como George Eliot, James Joyce, Julio Cortázar o Virginia Woolf comparten, además de su grandeza literaria, una grandeza matemática, pues todos compusieron fractales en sus obras. Esto es lo que ha revelado un análisis estadístico realizado por físicos del Instituto de Física Nuclear de la Academia polaca de las Ciencias (IFJ PAN). ¿Podría aventurarse, a partir de estos resultados, que la conciencia y el lenguaje son tan fractales como otros componentes de la Naturaleza? James Joyce, Julio Cortázar, Marcel Proust, Henryk Sienkiewicz y Umberto Eco. Sin importar el idioma en que estos autores escribieron, todos ellos, en algún sentido, construyeron fractales en sus obras.     Esto es lo que ha revelado un análisis estadístico llevado a cabo en el Instituto de Física Nuclear