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Mostrando entradas de julio, 2013

Ortotipografía, tipografía y corrección. Para aclarar conceptos

Por Silvia Senz Bueno Tiempo atrás comentamos lo triste que resulta ver cómo muchos correctores advenedizos (traductores en no pocos casos) o mal formados que se dedican a corregir pruebas tipográficas se llaman a sí mismos correctores ortotipográficos, dejando atrás el término que, con toda justificación, designa desde hace siglos a este profesional: corrector tipográfico. Como el error terminológico campa por sus respetos, vamos a aclarar conceptos. 1. Qué es la tipografía La tipografía es el conjunto de principios y conocimientos tradicionales sobre diseño de grafismos, composición tipográfica, y disposición y compaginación (puesta en página) de los diversos elementos que conforman un texto en combinación con elementos espaciales (blancos) e icónicos. La tipografía es un saber forjado durante siglos de práctica en las imprentas y las editoriales, y remodelado y perfeccionado gracias a los avances tecnológicos y a la aplicación sistemática de criterios de estét

El oficinista

El oficinista se centra en un hombre humillado en una "sociedad infernal". El autor argentino no pudo escuchar el fallo del jurado porque está internado. El destino es siempre un bromista inapelable: ayer, el jurado del Premio Biblioteca Breve, de la editorial Seix Barral, anunció que el escritor argentino Guillermo Saccomanno era el ganador de su edición 2010 con la novela El oficinista. Sin embargo, el laureado no pudo acudir a la cita: mientras en Barcelona se daba el veredicto, Saccomanno estaba reponiéndose de una meningoencefalitis en Buenos Aires.  La ausencia del narrador no hizo más que intensificar el caudal de elogios que el jurado derramó sobre su novela, a la que calificó como "una obra mayor".  "Tal vez convenga que Guillermo no se presente nunca y se convierta en el Salinger de Seix Barral", bromeó el escritor Rodrigo Fresán, quien sostuvo que se trata de "un libro extraño, pero coherente en la obra de Saccomanno". 

Saccomanno

Por José Pablo Feinman Saccomanno ¿Se acuerdan de esa frase arltiana sobre la prepotencia del trabajo? Guille Saccomanno es de esa clase de tipos. Trabaja duro. Piensa, lee y escribe sin mayores distracciones. Es terco. Le gusta eso y lo hace. Es terco: lo que no le gusta, lo dice. Es terco: raro que cambie lo que piensa. Hay núcleos muy duros en su sistema de ideas. La elite y la vanguardia siempre presumen de algo, nunca lo son. Si a algún estrato ontológico pertenecen es al de la vacuidad, la arrogancia, el desdén, el círculo de los elegidos y el círculo de los excluidos. Guille siempre fue un excluido. Empezó mal. Como guionista de historietas. Le llevó años sacudirse esa cruz. ¿Cómo va a ser un escritor un tipo que empezó escribiendo historietas? Uno que admira a Oesterheld. Que si no es peronista, por ahí le anda. Que habla del pueblo, del hambre, de la explotación, del bombardeo del 16 de junio, que detesta a Victoria Ocampo, que dice que no puede separar al Borges escr

Por qué leer libros malos

Aníbal Jarkowski El autor de El trabajo afirma que para la formación de un escritor es capital la lectura de libros malos. Y propone leer El oficinista de Guillermo Saccomanno. La recomendación de libros habitualmente tiene, como presupuesto, la simpatía y el elogio del libro que se recomienda (es lo que hice cuando Eterna Cadencia me consultó respecto de libros de autores argentinos publicados en 2010). Sin embargo, lo cierto es que, sobre todo en los tiempos de formación de un escritor, los libros malos, los que no debería haber leído para dedicar en cambio su atención a otros más valiosos, son muy importantes. La lectura de esos libros malos -admitan, por favor, por un rato, esa categoría, aunque la utilizo por comodidad o desgano, pero sé muy bien, y es obvio, que es imprecisa, incierta y su uso debería desterrarse- tiene, en palabras de Borges, “repercusiones incalculables” en un escritor. Por ejemplo, se leen libros malos -¿o malos libros?- cuando uno descon

París sigue queriendo a Cortázar

Una exposición fotográfica y un diccionario conmemora los 50 años de la obra más popular del autor argentino Según Aurora Bernárdez, la primera mujer de Julio Cortázar, “Rayuela no la escribió Cortázar, la escribieron las ciudades”. La frase, que Bernárdez dijo en París, donde vive todavía, en la presentación de la exposición Rayuela, El París de Cortázar, es una de las referencias del homenaje que el Instituto Cervantes de la capital francesa ha dedicado al mítico libro que el 28 de junio cumple 50 años. La muestra, que se puede visitar hasta el 12 de julio, recorre las imágenes, los objetos, las obras y las amistades de Cortázar en París. El comisario de la muestra es el director del centro, Juan Manuel Bonet, exdirector del Museo Reina Sofía, que ha elaborado un diccionario “Cortázar-París-Rayuela. Uno de los amigos más queridos de Cortázar era Antonio Gálvez, fotógrafo y pintor catalán, que le hizo magníficos retratos y que vivió con él docenas de citas, conversaciones