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Mostrando entradas de agosto, 2012

Escribir para todos

Internet ha derribado las fronteras geográficas que podían existir en la comunicación pública. Ahora, desde el momento en que se escribe algo en la red, las palabras cobran una dimensión global. Existen más de 150 millones de lectores potenciales que leen contenidos en español. El éxito de la escritura en Internet radica en la forma y la calidad del contenido que se quiere trasladar a la audiencia. Periodistas, blogueros o tuiteros hispanohablantes utilizan el español como lengua de referencia en sus respectivos medios, pero cada uno de ellos lo usa con un estilo diferente. Al canal elegido y al receptor final de los escritos hay que añadir el lugar desde el que se escribe. No es lo mismo leer un texto escrito en el español de Argentina que en el de España, una palabra puede tener distintos significados o connotaciones en Buenos Aires y en Madrid. Una realidad no se denomina con la misma palabra en todas partes o, al menos, no siempre. El español es un idioma global y cada

La puntuación en el discurso referido

Existen en las propuestas de los escritores latinoamericanos diferentes formas de manifestar desde la escritura la multiplicidad de enunciadores del discurso que, además de "decir", pueden "pensar". Se pueden ver desde las opciones normativas hasta las que echan por tierra la puntuación con el fin de lograr en el lector una internalización diferente de los contenidos narrativos. Se puede decir que son dos polos que responden a una elección del autor literario para lograr la creación estética. En la misma obra, a veces, se encuentran varias opciones que se adecuan a los contenidos narrados. Comencemos por observar el polo normativo. Al respecto, en el Manual de Ortografía de la Real Academia Española se recomienda el uso de algunos signos de puntuación para el discurso referido. Las rayas pueden servir para manifestación, en la inserción de diálogos en el relato, de cambio de interlocutor. En este caso se escribe una raya delante de las palabras que constit

Correctores de estilo

Ante la evidente confusión que suele causar entre algunas personas el ejercicio de esta noble y poco reconocida profesión, quizá convendría hacer algunas aclaraciones. Un corrector de estilo, a diferencia del corrector de pruebas que se encarga de los aspectos tipográficos de un texto —y aunque, en numerosas ocasiones, las dos figuras se reúnan en una sola y única persona —, es un profesional dedicado esencialmente a pulir y limar aquellos aspectos sintácticos y gramaticales que, sin ser errores desde un punto de vista ortográfico, afectan al estilo y que desvirtúan y actúan en detrimento del aspecto formal de la obra: pleonasmos, aliteraciones, fallos de concordancia, ambigüedades, etc. Normalmente un profano suele preguntarse por qué un escritor —o alguien que se precie de serlo— debería precisar la ayuda de un corrector de estilo. Por qué alguien al que se le supone versado en lo que hace y dotado de unos dones y cualidades inherentes a su desarrollo profesional requiere

Los 47 finales de Adiós a las armas

Se reedita la novela de Ernest Hemingway con todas los colofones alternativos que el premio Nobel escribió El trágico final de Adiós a las armas es, quizás, lo primero que asalte la memoria de los lectores si se les pide que evoquen la novela que escribió Ernest Hemingway sobre la I Guerra Mundial. Es imposible soslayar de la obra el poso de amargura que deja la imagen del teniente Fredic Henry abandonando el hospital camino del hotel bajo la lluvia en la última página. Al menos hasta ahora. Este martes se publica en Estados Unidos una edición de Adiós a las armas que contiene los 47 finales alternativos que ideó el premio Nobel. “ En una entrevista a Paris Review en 1958, Hemingway contó a George Plimpton que reescribió el final de la novela 39 veces hasta dar con las palabras correctas”, explican en conversación telefónica desde Simon & Schuster, la editorial encargada de la publicación de la nueva edición, “Resulta que eran unas cuantas más”. Las 47 versiones se en