A pesar de no contar con la preferencia de la mayoría de los lectores locales, la literatura argentina experimentó en la última década un notable proceso de visibilidad y consolidación de prestigio en el extranjero, sobre todo en ciertos países de Europa. ¿Hay manera de saber cómo se traduce ese interés de editores españoles, alemanes, italianos y franceses en números? La fundación TYPA publicó hace algunos años un balance sobre "extraducción" (la venta de derechos de autor y posterior traducción de libros de autores argentinos en el extranjero) que analizaba el período 2002/2009. Ahora la misma fundación acaba de terminar un segundo informe que se conocerá por estos días, realizado por Valeria Añón, y que estudia los datos comprendidos entre el 2008 y el 2012. Se trata de un trabajo fundamental para entender la composición del mercado editorial en lengua española y para ver cuál es, dentro de él, el futuro de la literatura argentina (no de su producción, que como se sabe se hace o debería hacerse al margen de los dictámenes de cualquier mercado, sino de su circulación). El período estudiado es significativo porque incluye los efectos de lo que fuera la presencia de la Argentina como país invitado en la Feria del Libro de Frankfurt (2010), y la designación de Buenos Aires como Capital Mundial del Libro por la Unesco en 2011.
Con respecto a la venta de literatura argentina en el extranjero, ¿cómo debería incentivarse esa "extraducción"? Básicamente, dice el informe, siguiendo las premisas de los líderes mundiales en la materia (Inglaterra, los Estados Unidos, y un poco por debajo Francia, Alemania, Italia, España y los Países Bajos): con subvenciones económicas y programas de fomento. En la Argentina esas medidas existen, aunque son demasiado nuevas como para arrojar resultados considerables. Recién en 2009 se creó el Programa Sur, que entregó al día de hoy unos 400 subsidios (alrededor de tres mil dólares por título argentino para solventar los gastos de traducción). Se diseñaron charlas y conferencias de capacitación en venta de derechos para editores locales en la Cámara del Libro y en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires. Y se creó la página Books from Argentina, un portal de promoción del libro argentino lanzado en 2012. ¿Tuvo todo esto algún efecto en la difusión de la literatura argentina en el extranjero?
La inquietud que manifiesta el informe a la hora de las conclusiones es claro: todo esto recién empieza, y este tipo de programas solo son productivos en el largo plazo. Se necesita tiempo, y un proyecto sostenido de inversión más allá de los vaivenes de la política partidaria y libre de oportunismo, demagogia y chauvinismo. Como se advierte, el interés de los editores extranjeros es, a grandes rasgos, todavía conservador: llegaron hasta ellos algunos nombres clásicos, y otros que se hicieron un lugar por la resonancia de un premio literario o por títulos que experimentaron fenómenos de venta poco frecuentes. En la Argentina la balanza comercial literaria todavía está muy inclinada a la "intraducción": hay un público, aunque sea minoritario, que elije y puede leer a autores extranjeros contemporáneos (Dalton Trevisan, David Markson, Claire Keegan, Rayk Wieland, Steven Millhauser o Simon Reynolds) en buenas traducciones hechas aquí, y evitarse las por lo general imposibles versiones españolas. Tal vez, con el paso del tiempo, sus equivalentes argentinos lleguen a ojos extranjeros. Buenos autores sin traducciones sobran. Aunque sospecho que muchos de los mejores serían verdaderamente intraducibles.
Fuente: Maximiliano Tomas, La Nación.
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