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Argentina y la tradición rebelde frente a la Real Academia Española

Autores: Juan Eduardo Bonnin* y Daniela Lauria **

Una breve historia de la resistencia de los argentinos a las imposiciones lingüísticas, desde el siglo XIX hasta el “contra-congreso” que, también, se celebra en Córdoba.  

Empezamos a ver a mucha gente saludando a los reyes de España, lamentándose de que acá hablamos mal pero allá lo hacen bien, diciendo que los jóvenes usan menos palabras, y otras cosas por el estilo. La verdad es que en Argentina seguiremos hablando y escribiendo a nuestro modo, porque tenemos una larga tradición de rebeldía frente a quienes nos dicen qué tenemos que hacer, especialmente con respecto a la lengua.

Quizás sea por eso que, mientras sesione el Congreso Internacional de la Lengua Española, auspiciado por el Instituto Cervantes, la Real Academia Española (RAE) y otros corsarios, se reunirá otro Congreso Internacional, alternativo, con el objetivo de mirar críticamente lo que aquellos hacen y proponer otras acciones sobre la lengua, no como recurso económico, sino como derecho humano.

Los intelectuales contra la Academia

Todo empezó con el rechazo de una silla en la Real Academia. En 1875, Juan María Gutiérrez, entonces rector de la Universidad de Buenos Aires, no aceptó su designación como miembro correspondiente de la RAE, negándose a “fijar con tornillos académicos y peninsulares el desarrollo de un cuerpo viviente”, según escribió en sus “Cartas de un porteño”.

Después de esta declaración de independencia lingüística, hubo varios intentos por fundar una academia nacional, aunque con poco éxito. Fue la primera dictadura militar de nuestro país, la de José F. Uriburu, la que tuvo el dudoso honor de crear la Academia Argentina de Letras, la misma que hoy coorganiza el Congreso de Córdoba y apoya cuanta iniciativa proponga la RAE.

Dos de los escritores argentinos más importantes de nuestra historia literaria,Jorge Luis Borges y Roberto Arlt, también fueron críticos de la RAE, sus purismos y su diccionario. Borges señalaba, ya en 1928, que su diccionario estaba lleno de “defunciones”: un “sinfín de voces que están en él y que no están en ninguna boca”. Dos años después, Arlt se burlaba de los escritores que, usando un purísimo castellano académico, proferían engendros como “se llevó a su boca un emparedado de jamón”, en vez del más nutritivo “se comió un sándwich”. Pero ahora, 90 años más tarde, la RAE quiere que enviemos un “tuit”, nos saquemos “un selfi” (sin “e” y en masculino) o mandemos un “guasap”.

Los Contra-Congresos

No quieren que los llamemos “contra-congresos”, porque no son solamente “antiacademias”, sino que tienen sus propias ideas y programas. Pero se celebran al mismo tiempo que los Congresos, y dicen lo opuesto, así que…

Durante el Congreso de la lengua de Rosario, en 2004, (aquel de Fontanarrosa y la Nueva política lingüística panhispánica), se reunió el I Congreso de laS lenguaS. En él, no solo se destacó que en el país se hablan otras lenguas además del español, sino que se reclamó la autodeterminación lingüística bajo el transparente argumento de que los únicos dueños de la lengua somos quienes la hablamos. Y que, por lo tanto, no necesitamos de ninguna academia que nos diga si hablamos bien o mal.

Siguiendo esta tradición de rebeldía idiomática, en estos días del Congreso Internacional de la Lengua Española un conjunto de lingüistas, investigadores, artistas y editores se reúne en un foro alternativo. El I Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos es más diverso y plural, y representa a sectores marginados del encuentro oficial. La movida comenzó con la difusión de un manifiesto por el respeto de la diversidad lingüística, y culmina esta semana con la realización del Encuentro en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.

A diferencia del congreso de las Academias, este “congreso sin coronita” reúne a lingüistas, activistas indígenas y militantes LGBTQI que discutirán y organizarán una serie de actividades sobre las lenguas, las políticas que se ejercen sobre ellas, el derecho humano a la diversidad lingüística y los riesgos de la mercantilización de la lengua.

*Lingüista. Profesor en Universidad Nacional de San Martín, investigador del CONICET.

**Lingüista. Profesora en Universidad Nacional de Buenos Aires, investigadora del CONICET.

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