Por: Virginia Bertolotti*
«Eso solo lo entendés vos que sos lingüista… y a nadie más le importa».
Para mis alumnos de Lengua II de 2020.
Este texto es hijo del coronavirus, y la frase del epígrafe fue dicha por una mis hijas cuando hablábamos sobre el tema. Todos los años trato este tema en clase, pero este año no va a ser posible hacerlo de la misma manera. No he visto a mis alumnos más que una vez y no voy a tener la oportunidad de discutir con ellos, sabiendo que mis respuestas y argumentos no conformarán a muchos.
En la fantasía de reproducir el salón de clase, combino en este texto la presentación general de algunas cuestiones que ya he escrito con preguntas que me suelen hacer, y quizá también me hubieran hecho este año, mis alumnos.
Casi un lustro atrás, en 2016, escribí un texto que trataba el tema del así llamado «lenguaje inclusivo». En aquel entonces, en aquel mundo ahora tan lejano, con ocasión del Día del Idioma, la Academia Nacional de Letras conjuntamente con la Facultad de Información y Comunicación organizó un foro de discusión bajo la pregunta ¿Discrimina el idioma español?
En aquel texto (Bertolotti 2016)*, instalada en una verdad cómoda, esgrimí como argumento principal que las lenguas no discriminan, aunque sí lo pueden hacer (y lo hacen) los hablantes en sus discursos.
Ordené entonces mi exposición distinguiendo expresiones de laboratorio, esto es, expresiones creadas artificialmente, como el Ministro o la Ministra firmarán el decreto por un lado, y expresiones históricas, como mostrar la hilacha o trabajar como un negro, creadas espontáneamente en una comunidad lingüística. Me centraré aquí en las primeras y remito al texto citado para los interesados en las segundas.
Esas expresiones de laboratorio, suelen aparecer reunidas en las llamadas «guías de lenguaje inclusivo», creadas —en nuestro país y en otros— en marcos institucionales, jurídicos y políticos** y con el objetivo de defender los derechos de las mujeres. Sostenía, y sigo sosteniendo, que estas guías parten del supuesto de que la lengua determina nuestra percepción del mundo y que tienen en común el hecho de buscar regular la expresión lingüística de los hablantes a través de la recomendación de evitar un conjunto de expresiones, consideradas como sexistas, y de sustituirlas por otras. Algunos de los ejemplos de sugerencias de expresiones inclusivas o no sexistas se pueden encontrar en la primera columna y en la segunda, su «equivalente» sexista que debe ser evitado.
* Bertolotti, Virginia. 2016. «¿Discrimina el idioma español?» en Revista de la Academia Nacional de Letras, 12, 55-64.
** Furtado, V. 2013. «El lenguaje inclusivo como política lingüística de género» Revista Digital de Políticas Lingüísticas. 5: 5, 48-70.
Señalaba que los mecanismos sugeridos eran básicamente dos: marcar la existencia de dos sexos (como en 1 y 2) o bloquear la posible referencia a entidades sexuadas (como en 3 a 6).
Explicaba luego que la sanción a la forma sexista se basa en el supuesto de que la marca del género gramatical masculino, subrayo gramatical, implica la no inclusión en la interpretación de la referencia a personas de sexo femenino. En otras palabras, la prescripción a una frase como los postulantes se presentaron puntualmente, se basa en que impediría comprender que los postulantes pueden haber sido tanto hombres como mujeres y que se estaría de esa forma invisibilizando la presencia de mujeres en el mundo.
Mostraba luego a través de evidencia de diversas lenguas del mundo cómo el género gramatical poco tiene que ver con el sexo de los seres humanos, ya que hay lenguas que carecen de marcas de género, las hay que tienen dos, las hay que tienen tres, las hay que tienen cuatro y las hay que tienen cinco, como las mixtecas con género femenino, masculino, inanimado, animal y sagrado o como el polaco con femenino, neutro y tres tipos de masculino. Esto es, cada sustantivo polaco o mixteco va a tener uno entre cinco géneros posibles. El español cada sustantivo va a tener uno entre dos géneros posibles, a pesar de provenir, como es bien sabido, del latín, una lengua que tenía tres géneros. Argumentaba también que lenguas sin género son vehículo de comunicación y cultura en sociedades que han avanzado mucho en la igualdad social de los géneros como es la finlandesa y son vehículo de comunicación y cultura en sociedades en la que es grosero hablar de igualdad de género como la turca.
Sostenía también que este español de laboratorio, que busca ser convertido en normas, se emplea en ámbitos muy reducidos, principal (aunque no exclusivamente) la administración del Estado, la política y fundamentalmente en la lengua escrita, que es un espacio lingüístico de más fácil control. Y planteaba mi interpretación de que quienes empleaban ese lenguaje inclusivo, una elite, estaban haciendo micropiezas publicitarias, a través de las cuales visibilizaban sus ideas, su visión de mundo, su filiación grupal, lo cual, por cierto, no puede merecer censura alguna.
Van ahora las preguntas, que me han hecho, y supongo que me volverían a hacer los estudiantes, si tuviera un salón lleno, un grupo acostumbrado a intercambiar, en fin, si tuviéramos nuestra vieja vida.
¿Si la sociedad es machista y siempre fue machista, por qué está mal pensar que el masculino es consecuencia de ese mundo heteropatriarcal?
Hay una razón empírica para poder sostener que está mal. La distribución de roles, la explotación de la mujer, la trata de mujeres, la sobrecarga laboral no se muestra de formas distintas en sociedades en relación con distintos sistemas gramaticales de género de las lenguas que sea hablan en ella. ¿Qué mujer lectora de este texto estaría dispuestas a ir a vivir a Turquía en donde se habla turco, lengua sin género? Ver las cosas de esa manera es intentar ver la historia de la humanidad a través de la gramática de una lengua, lo cual no parece tener mucho sentido histórico ni antropológico.
Desde nuestra sensibilidad presente, y con la evidencia arqueológica disponible, podríamos asegurar que buena parte de las paleosociedades merecerían el calificativo de heteropatriarcal. Siguiendo la idea de que la lengua es un reflejo directo de la sociedad, ninguna lengua del mundo debería tener entonces sino un sistema de marcas de concordancia nominal (géneros) dominado por el masculino o solo con masculino.
¿Y para qué sirven los géneros entonces?
Para procesar información. En la lengua española y en muchísimas otras, la concordancia nos permite saber cómo tenemos que procesar (inconscientemente, claro) la información sintáctica. En una frase como El estudiante y el elefante tomaron agua cantarines, la concordancia –es del plural me permite saber que tengo que combinar el adjetivo cantarín con el grupo el estudiante y el elefante y no con agua. En situaciones comunicativas en las que nos es necesaria de definición detallada de los referidos, concordamos con el masculino. Y nada impide que cuando sí queremos comunicar la diferencia lo podamos hacer. Podemos decir, por ejemplo, Tanto los niños como las niñas quedaron contentos con sus sorpresitas en el cumpleaños, si es que las sorpresitas eran distintas para unos y otros. Esperemos que no.
¿Pero por qué se usa más el masculino que el femenino?
Porque lo natural es que las lenguas «sinteticen» información. Cuando decimos en la pandemia no tuvimos clases presenciales, no enumeramos las mañanas, y las tardes, y las noches, o los días o las semanas en que fuimos presos del COVID. Sin embargo, todos entendemos que la expresión abarca todos esos períodos temporales de nuestra vida. Cuando les enviamos un mensaje a través de la plataforma diciéndoles estamos muy contentas con el esfuerzo que ustedes han hecho por mantenerse activos en el curso, ninguno se siente excluido, porque no escribamos estamos muy contentas con el esfuerzo que tú-1, tú-2, tú-3, tú-4…. hasta llegar a tú-211 han hecho por mantenerse activos en el curso, esto es, que no individuemos con su propio pronombre a los 211 estudiantes que están participando en el curso en el día de hoy. Si las lenguas no contaran con estas posibilidades de economizar, no podríamos comunicarnos con fluidez.
En síntesis, las marcas de género, como las de número, están al servicio de la concordancia sintáctica y, en español hay dos formas, donde una «sintetiza» las dos posibles. Si el español tuviera dos géneros, y el que neutralizara (el que «sintetizara») fuera el femenino, seguramente no estaría escribiendo esto. Pero podría haber sido. Podría haber sido, pero no fue. Y, como ya dije, no tenemos evidencia histórica que nos permita establecer esa relación entre roles sociales y procedimientos de concordancia gramatical. Para abundar, les comento que hay sociedades patriarcales en cuyas lenguas el genérico es el femenino.
Usted dice que es un grupo de elite el que usa lenguaje inclusivo, en general jóvenes. Sin embargo, yo escucho también a políticos mayores.
Efectivamente, hay políticos que lo usan, incluso presidentes. Sobre todo el desdoblamiento (ciudadanos y ciudadanas, los y las votantes…). Cuando lo hacen, siempre esporádicamente, siempre episódicamente, están mostrando que comulgan con los movimientos feministas o que les gustaría que integrantes de estos movimientos los votaran. Nuevamente, es una expresión política, por ahora artificial, al servicio de la propaganda política.
A mí no me gusta el lenguaje inclusivo «viejo» porque solo se ocupa de las mujeres y no muestra a otras identidades sexuales.
Efectivamente, como ya saben, el lenguaje inclusivo se origina institucionalmente para instrumentar políticas de no discriminación contra las mujeres. Las guías de lenguaje inclusivo, o guías de lenguaje no sexista apuntan fundamentalmente a eso. Y por tanto sus propuestas apuntan a la visibilización de la mujer.
En cuanto a las identidades sexuales no binarias, fluidas, trans, (u otras identidades que surgen de la tendencia hacia lo individual y hacia la relativización de las identidades y de las categorías de esta época), claramente no son estas el foco de las guías de lenguaje inclusivo, que nacen en los 90 y con otros objetivos, como ya comenté. Este lenguaje inclusivo de nueva ola, tiene además algunas ventajas comunicativas.
¿Y cuáles vendrían siendo para usted?
Todas las propuestas de las guías tienen problemas comunicativos o de significado. El empleo de X o de @ no son pronunciables como tales, solo se pueden escribir, puedo escribir queridxs colegxs, pero no lo puedo pronunciar, sería algo así como /keridkss kolegkss/, y esa combinación de consonantes no suena bien en español. El desdoblamiento hace pesado el discurso y baja su procesabilidad, por eso nadie lo puede mantener por mucho tiempo. Me refiero a pesado cuando se dan construcciones como Los estudiantes y las estudiantes podrán asistir provistos y provistas de mascarillas. El empleo de los colectivos, reduce la individualidad, además de producir significados a veces ridículos. Como es claro, no es lo mismo decir Los niños rompieron la piñata al primer intento que decir La niñez rompió la piñata al primer intento. Otras veces, al emplear colectivos se producen significados no deseados. Por ejemplo, si la FIC dijera en su cuenta de twitter, que se está ocupando de que el estudiantado tenga conectividad para poder seguir los cursos, sería muy injusto, porque la facultad, está haciendo un enorme esfuerzo de seguimiento de casos individuales, me consta, para intentar proporcionar medios de conexión a cada uno de los estudiantes que lo precisan. Decir los estudiantes recoge los individuos y decir el estudiantado los disimula.
Entonces, decir elles o decir les profesores fueron generoses en la corrección le parece bien, ¿no?
Acuérdense que soy lingüista y preguntarnos sobre el bien y el mal no es una buena pregunta para nosotros. Es como preguntarle a un virólogo cuál de los virus integrantes de la familia de los COVID le gusta más.
Como lingüista, yo sigo viendo en elles (permítanme nombrar así esta nueva ola de lenguaje inclusivo) una expresión de laboratorio. Sin embargo, es una expresión de laboratorio mucho más interesante porque, como tiene posibilidades de empleo más amplias (entre otras cosas es más procesable), está teniendo un proceso de difusión al margen de lo institucional y por fuera del discurso político hegemónico al ser usado por hablantes «comunes».
Como ciudadana, me resulta una opción mucho más simpática porque viene de un movimiento político de la calle. Hasta donde creo, el impulso fundamental a su difusión en el Río de la Plata, se relaciona con el movimiento prolegalización del aborto en Argentina, y no proviene de malas adaptaciones de burocratizaciones internacionales.
¿Y le parece que va a tener éxito?
Ya varias veces me han preguntado esto y mi respuesta ha sido no. Ahora, en 2020 y oyendo a algunos hablantes, también sigo pensando que no, pero no lo diría con tantísima firmeza. Los cambios de arriba hacia abajo, como la incorporación de vuestra merced al paradigma pronominal del español —nuestro actual usted—, es uno de esos cambios que nace en la elite y luego se difunde. Elles tendría esta característica. Vengo observando que este cambio ha tenido alguito de difusión, muy parcial, muy restringida, pero es notorio que tiene algunos registros orales espontáneos en la conversación coloquial. Pero para que el cambio avance tiene que tener mayor difusión aún. Y, para que haya un cambio en la gramática del español que incluya nuevas formas pronominales y nuevos morfemas de concordancia, necesitamos que muchos bebés se críen en un ambiente donde entre sus estímulos lingüísticos tengan estas formas. Eso no lo veo tan posible por ahora.
¿O sea que usted está diciendo que nosotres somos una elite?
Sí, eso es lo que estoy diciendo. Este uso se registra fundamentalmente en jóvenes educados (y marginalmente en adultos también educados que se ven jóvenes o quieren congraciarse con ellos). Lamentablemente, en nuestro país, los que hemos completado la educación secundaria o la terciaria, seguimos siendo una elite.
Y puedo decir algo aún peor, que no había notado y me hizo notar un artículo de Alex Grijelmo. Quienes usan las formas, sean cuales sean, de lenguaje inclusivo, solo lo emplean para comunicar contenidos neutros o positivos —meliorativos, decimos los lingüistas— no se emplean desdoblamientos ni formaciones con –e para decir cosas negativas. Seguramente ninguno de ustedes oyó nunca frases como Los estudiantes y las estudiantes se aprovecharon de la pandemia para copiar, o Algunos trabajadores y algunas trabajadoras no siempre se colaboran en la construcción institucional, ni Les adultes mayores creen que para elles no hay límites en lo que pueden decir.
Si no hay más preguntas, les digo que mi recomendación a quienes quieran impulsar elles como cambio lingüístico, es que, en caso de que vayan a tener hijos seleccionen a sus parejas por ser hablantes inclusivos con elles. Ya tienen a favor el uso juvenil y femenino, que son buenos grupos sociales para la promoción de cambios lingüísticos. Sería bueno, además, que ampliaran los ámbitos de uso, aunque no creo que gane mucho más espacio en las comunicaciones institucionales ya que es casi marca publicitaria de los colectivos feministas, y en esta medida, no sería razonable que se empleara en comunicaciones institucionales. Quizá sea menos ambicioso solo aspirar a seguir usándolo como herramiento ade propaganda.
Esto, sin dudas, parece estar dando buenos frutos, o por lo menos, nos ha obligado a este intercambio, en el que no se me escapa que, los militantes feministas del grupo, estarán pensando que lo que dije solo les importa a los lingüistas, porque lo que importa realmente es militar el feminismo y militar la diversidad, y no la base académica de los instrumentos elegidos para la militancia.
* Virginia Bertolotti es lingüista, con doctorado en Humanidades y Artes, profesora titular de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República y miembro de número de la Academia Nacional de Letras del Uruguay. Es autora de varios libros e incontables artículos.
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