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El segundo sexo

Fue tan audaz en su vida como en su obra. Su libro El Segundo Sexo planteó que la femineidad es una construcción social. Su relación con Jean-Paul Sartre conformó uno de los binomios más influyentes del siglo XX. A cien años de su nacimiento, el mundo se prepara para homenajearla. Mónica Tarducci, Nora Domínguez, Leonor Silvestri y Angélica Gorodisher la evocan y comprueban la vigencia de su pensamiento revolucionario.

Entre el 19 y 23 de enero de 1999, las pensadoras feministas Christine Delphy y Silvie Chaperon, organizaron en París, el Coloquio Internacional "Cinquantenaire du Deuxieme Sexe". Indescriptible placer para una admiradora de Simone de Beauvoir: cinco jornadas dedicadas a su paso por el mundo. Conferencias, mesas redondas, exposiciones de arte y festival de cine daban cuenta de su vida maravillosa, de su entrega, de su rigor intelectual y político. 

Mujeres de todo el mundo expresaban su gratitud, a ella por involucrarse a favor de las luchas anticoloniales, contra la tortura, a favor de la despenalización del aborto, y al Segundo Sexo, por haberles cambiado la vida, ni más ni menos. Me detengo en este Coloquio, porque las distintas actividades, dan una idea mucho mas compleja de su paso por la vida que la notoriedad de haber sido la amante-amiga de Jean Paul Sartre. 

Las más importantes pensadoras feministas exploraban su obra filosófica: los orígenes del Segundo Sexo, en relación a Descartes, a Merleau-Ponty, a Hegel, a Marx, etc. Yo escuchaba absorta y admirada de que se pudiera hablar tanto sobre un libro: que la crítica intertextual, que la influencia del concepto de narcisismo beauvoiriano sobre la obra de Julia Kristeva, sobre el énfasis de las posmodernas puesto en el anti-esencialismo que atraviesa su obra, acerca de la ética existencialista que marca toda su producción. 

El panel dedicado a "La lesbiana en El Segundo Sexo" mas allá de las discusiones sobre las identidades a partir de la sexualidad, nos recordó, y en eso conviene insistir, en la audacia que implicaba escribir sobre esos temas en 1949. Justamente, cuando se expusieron la repercusión del libro por esa época, fue evidente que este capítulo, como el que cuestionaba la maternidad como un destino para todas las mujeres, fueron los mas convulsionaron a la Francia de posguerra. 
Al estar presentes estudiosas de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, España, de los países de Europa del Este, del África francófona, Senegal, Nigeria, Irán, Japón, Líbano y de América Latina, varios paneles abordaron tanto los problemas de traducción de El Segundo Sexo como su recepción por lectoras tan diversas. Cómo superar traducciones macartistas, como la norteamericana, que censuró, allá por los cincuentas, capítulos enteros, o la japonesa, que reemplazaba la palabra "feminidad" por "maternidad", o las astucias de las madrileñas para comprar un libro sin que la policía secreta franquista se enterara, fueron algunos de los temas expuestos con nostalgia y agradecimiento. 

Un panel integro se dedicó a analizar la recepción que tuvo El Segundo Sexo en el Partido Comunista Francés, que rechazó la obra basandose en las características personales de su autora y en su oposición a la "filosofía decadente del existencialismo", con una ideología que las propias mujeres del partido, que militaban en esa época, describieron como "familiarista". 

Si para mí todo fue emocionante y revelador (¡¡¡me hospedé en uno de los hoteles donde Simone vivió!!!) debo reconocer que los testimonios acerca de su compromiso político así como los documentales y fotos donde se la veía ya anciana, repartiendo panfletos por las calles, me llenaban de admiración y amor.
Nunca se insistirá demasiado cuando se haga alusión a su contribución esencial en la organización autónoma de las mujeres, a su ética intelectual que le permitía afirmar que cuando escribió el libro no era feminista y que muchas de las ideas vertidas en él fueron cambiando en la medida que su comprensión de la lucha fue haciéndose feminista. Chistine Delphy y Claudine Monteil, entre otras, la contaron como camarada en el Movimiento de Liberación de las Mujeres francés. La abogada argelina Giselle Halami, la tuvo a su lado en la lucha anticolonial de su país, que significó, tanto para Beauvoir como para Sartre, poner en peligro su vida en el París de los años 60. 

El Tribunal Russell contra los crímenes de guerra en Vietnam contó con su presencia tan comprometida como la firma del "manifiesto de las 343" de las mujeres que habían reconocido haber abortado alguna vez, (pocas sabían que ella no lo había hecho nunca) publicado en el diario Nouvel Observateur, en abril de 1971. 
Siempre anticapitalista, afirmaba en 1976, que una feminista siempre es de izquierda, lo reconozca o no, porque está por la igualdad total. "De hecho, las feministas están a la izquierda de lo que hoy consideramos la política de izquierda tradicional". 

Brillante, politizada, bella y seca, contundente hasta la antipatía (¿por qué persiste la idea de que las mujeres debemos ser "dulces"?) Simone fue y será un ejemplo para las mujeres de todo el mundo, que vemos en ella compromiso y pasión, radicalidad y coherencia que supo estar, como muy pocos a la altura de un siglo de grandes transformaciones. 

Fuente: Revista Ñ

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