El premio austriaco de literatura europea. Lo que, para muchos, podría sonar a un galardón de lo menos interesante. Y sin embargo una larga lista de ganadores como Italo Calvino, Umberto Eco, Milan Kundera, Antonio Tabucchi, Jorge Semprún y Javier Marías da fe del valor de un reconocimiento que desde 1965 el Ministerio de Educación y Artes de Austria otorga al mejor escritor europeo del año, junto con una dotación de 25.000 euros. Ambos, homenaje y dinero, irán este año al autor irlandés John Banville.
“Lo he sabido hoy, y es maravilloso. Me encantan los premios europeos. De hecho, soy partidario de unos Estados Unidos de Europa”, cuenta el autor sobre el galardón. Banville (Wexford, 1945) reconoce que tanto europeismo “no está muy de moda ahora” aunque insiste en defender el proyecto de la UE: “Durante varios años en Europa hicimos las cosas muy bien. Pero luego llegaron las dificultades económicas, perdimos el dinero y algo se rompió. Empezamos a necesitar un responsable, y acabamos culpando a la UE”, aclara el escritor.
En el corazón de la redacción, el escritor aguarda pacientemente a las cámaras que le enfocan y a la atención que le rodea. “Me siento como Brad Pitt”, sonríe Banville. Considerado como uno de los grandes escritores contemporáneos, el irlandés cuenta en su trayectoria con obras como El mar, Eclipse y Los infinitos. Y, en 2006, creó un pseudónimo, Benjamin Black, para firmar una serie de novelas negras que le han convertido en autor de culto. “El único deber de un autor es escribir buenas novelas. Si se intentan mezclar arte y política, puede que el resultado final sean malas artes y una mala política”, tercia el autor, cuyo último libro publicado en España es Antigua Luz (Alfaguara).
“Escribir para mí es como respirar”, suele decir Banville. Pero, ¿y leer? “Cuando empecé, era una manera de evadir de mi pueblo, de mi tiempo. A medida que seguía leyendo descubrí que era más bien la vía para meterse en el mundo”. Además de verlos a través de los libros, el joven Banville visitó también unos cuantos rincones del planeta, ya que de joven trabajó en una compañía aerea. En el trueque, ganó muchos viajes pero perdió la universidad, lo que acabó en su cajón de los remordimientos. Un cajón abarrotado, por lo visto: "A mi edad, me arrepiento de casi todo".
Fuente: Tommaso Koch
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