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La Academia crea una unidad para canalizar las críticas sobre el Diccionario

La Real Academia Española ha creado una unidad para canalizar las críticas y propuestas relacionadas con el Diccionario, que serán estudiadas de inmediato e incorporadas a la edición digital, si se consideran adecuadas. Pero que nadie exija corrección política, porque no la habrá «en absoluto».
«El Diccionario no puede ser políticamente correcto porque la lengua sirve para amar pero también para insultar. No podemos suprimir las palabras que usamos cuando nos enfadamos o cuando somos injustos, arbitrarios o canallas», afirma en una entrevista con Efe el secretario de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva.
Darío Villanueva en la biblioteca de la Academia
Esa unidad, cuya dirección de correo electrónico es unidrae@rae.es, es interactiva y tendrá un lugar específico en el nuevo portal que abrirá en los próximos meses la Academia. Mientras tanto, se atenderán las propuestas que vayan llegando para mejorar el Diccionario.
«Cualquier hablante es una autoridad para nosotros, en el sentido de que puede apreciar que en el DRAE faltan cosas o sobran otras», señala el secretario, quien pone como ejemplo las críticas enviadas por «una colombiana que vive en Australia» sobre la palabra champú, definida como «loción, cuando realmente es un jabón».
«Esa señora tenía toda la razón del mundo, y hemos aprovechado para revisar las palabras conexas, como jabón, loción o gel». La definición de champú se modificará en la 23ª edición del Diccionario, que se publicará en otoño del 2014, como broche final de la celebración del tricentenario de la Real Academia Española.
El académico Pedro Álvarez de Miranda ha sido nombrado director de esa edición, que, como la anterior, del 2001, se prepara en estrecha colaboración con las veintiuna Academias de la Lengua Española restantes.
Todas ellas le han dado el visto bueno a las numerosas novedades que se han ido incorporando en estos años a la edición digital del Diccionario, que recibe un millón de visitas diarias. Entre las últimas figuran la expresión libro electrónico y voces comoabducir, antiespañol, culturetamuslamen o jet lag.
La 23ª edición contará con nuevos términos procedentes del campo de la informática, como el de tableta, que la Academia ha decidido oficializar para el tablet, esa pantalla táctil multiservicio con millones de usuarios en el mundo. Esa incorporación está pendiente de la aprobación de las Academias americanas.
De haber mantenido el anglicismo puro y duro, el plural hubiera sido tablets, que, según Darío Villanueva, «es contrario a la prosodia del español». La solución fue tableta, una palabra que viene del latín y entre cuyas acepciones está la del rico chocolate.
La RAE recibe con frecuencia quejas sobre algunas definiciones que los hablantes consideran inadecuadas. Así ha sucedido recientemente con el término rural que, en su segunda acepción, se define como 'nculto, tosco, apegado a cosas lugareñas'. La Academia había suprimido en el 2008 esa acepción, «pero llegó tarde a la última modificación del diccionario en línea», que comprendía las decisiones acordadas hasta el 2007.
También ha habido problemas con la comunidad judía porque judiada está en el Diccionario, o con Galicia porque el término gallego en algunos países de América equivale a tonto, y así se recogía en el Diccionario aunque en la próxima edición ya no figurará esa acepción. Darío Villanueva es gallego y asegura que él no se siente «ofendido por eso, porque hay que contextualizar las cosas».
«El Diccionario no puede ser políticamente correcto. En él se incluyen palabras que sirven para amar o para insultar porque en la vida se ama y se insulta, y el idioma va acompañando a la vida. No podemos hacer un Diccionario sesgado», subraya, antes de añadir: «corrección política en absoluto».
El idioma «es un ecosistema y no se puede alterar alegremente porque se produce un descalabro y cualquier decisión que se tome tiene muchas repercusiones», asegura Villanueva, quien pone como ejemplo «el asunto de 'miembra'», ese femenino que a la exministra Bibiana Aído le hubiera gustado que se aceptara.
«Si eso llegara a imponerse habría que revisarlo todo. La identificación absurda del morfema 'o' como signo masculino y del 'a' como femenino llevaría a la contradicción de que a Nadal habría que decirle tenisto y a Steffi Graf tenista. Habría pianistos y pianistas, colegos y colegas, etc».
Las Academias se dan un tiempo antes de introducir nuevas voces en el Diccionario, porque a veces «son flor de un día». Así ha pasado con la palabra pagafantas, que se puso de moda hace unos años e incluso hubo una película llamada así, pero hoy día «ya no la utiliza nadie».

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