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Leds de Navidad


Las siglas, esa reducción a iniciales de palabras que forman frases, expresiones, nombres de empresas, instituciones..., han sido unas de las grandes creadoras de vocablos de los últimos decenios. Hoy hablamos con acrónimos (las siglas convertidas en palabras) sin saber demasiado bien de dónde vienen, como aquel nylon –que toma letras de vi(nyl)e, cott(on) y ray(on)–, pero que tiene una etimología apócrifa que unía las ciudades de Nueva York (ny) y Londres (lon), y que, como todas las etimologías apócrifas, es más bonita que la real.
 El jueves se celebró el día mundial de la lucha contra el sida. En los años ochenta, cuando la enfermedad empezó a hacer estragos, la llamábamos con todas las letras (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) o bien con las siglas con mayúscula: SIDA. Sin embargo, el hecho de que la casualidad formara una sucesión alterna de consonantes y vocales facilitó la lexicalización sida. Y después de convertirse en palabra y entrar rápidamente en el diccionario, también se han creado derivados, como sidoso. No ha pasado lo mismo con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), pronunciado uveyhache, que no es tan fácil de convertir en nombre común y que no se tiene que confundir con la enfermedad: quien tiene el VIH puede ser que nunca llegue a desarrollar el sida. Este jueves, el Ayuntamiento de Barcelona y la Fundación Lucha contra el Sida promovieron la iluminación en color rojo de algunos edificios emblemáticos, como la Acadèmia de Bones Lletres o la casa Batlló.
 Todo eso pasaba al día siguiente de que la ciudad inaugurara las luces de Navidad. Ya hace años que se debate la conveniencia de mejorar —en calidad y en cantidad— la iluminación navideña, y este año se ha dado un paso más para alumbrar más calles y con más alegría. Para no gastar energía de más, ahora disponemos de los leds. Estas lucecillas que todo lo aprovechan no pierden energía calórica como sí lo hacen las bombillas incandescentes. La tecnología los ha perfeccionado y hoy los hay por todas partes. Se han popularizado en los semáforos y ahora se suben a los árboles para adornar las calles.

El acrónimo led, que ha sufrido un proceso de lexicalización ultrarrápido, corresponde a una sigla que nace del inglés light emitting diode. También se llama diodo electroluminiscente, pero es poco práctico si resulta que podemos utilizar una sola palabra que, además, es monosilábica. Los leds triunfan en las calles y ya han entrado en el diccionario, porque la economía del lenguaje siempre se acaba imponiendo.

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