Hasta hace apenas un año yo despotricaba olímpicamente –o sea, de forma ‘altanera y soberbia’, según la Real Academia Española– del Facebook. (No me queda claro ese masculino para ‘Facebook’ si se tiene en cuenta que estamos hablando de una red social: ‘red’ es palabra femenina; pero aceptemos ese pulpo como animal de compañía ya que la traducción de ‘book’ es ‘libro’…). Sin embargo, acabé por picar en el anzuelo de Mark Zuckerberg, entre otras cosas porque me viene muy bien para difundir mi Lavadora de textos. Tengo claro que mis obsesiones de corrector les resultan indiferentes –e incluso inútiles– a muchos de mis amigos del Facebook, pero también sé que otros toman buena nota tanto de lo que se dice en este blog como de los compulsivos comentarios que les hago, a través del canal feisbuquero de mensajes privados, sobre algunos de sus despistes ortográficos o gramaticales.
Jamás se me ocurriría corregir a quienes escriben abortos ortográficos como ‘oy k bn! abr kndo kdms’. ¿Lo traduzco?: ‘Oye, ¡qué bien!, a ver cuándo quedamos’. Allá ellos y sus gustos. A mí lo que realmente me fascina –y lo considero un deber– es ayudar a determinadas personas que, aunque emplean de forma eficaz el idioma, cometen ocasionalmente deslices menores. Es entonces cuando no me puedo controlar y aprovecho el Facebook para ejercer de forma gratuita mi oficio de corrector.
Una de esas correcciones se la envié a un buen amigo, periodista tremendo y amante incondicional de nuestra lengua, pero tan sometido como cualquiera a los juegos malabares de un idioma traicionero. Leí en el Facebook un artículo suyo y disfruté de su talla intelectual y de su estilo de redacción. Sin embargo, vi que empleó una locución que a los académicos de la lengua no les resulta simpática: ‘en relación a’. El Diccionario panhispánico de dudas recomienda no usar esa expresión, que considera un cruce de estas otras dos: ‘en relación con’ y ‘con relación a’, ambas aceptadas por los gramáticos.
Quién me iba a decir a mí que las redes sociales me permitirían el lujo de corregir, aunque fuera en un mínimo detalle, a este viejo compañero de fatigas. Un amigo que, por cierto, me contestó por la misma vía privada para agradecerme la explicación. El buen talante y la corrección –entendida en este caso como la ‘cualidad de la persona de conducta irreprochable’– siguen estando en boga y tienen cabida también en el Facebook. Como tiene que ser.
Fuente: Ramón Alemán, en Lavadora de textos.
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