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Una Navidad en el espacio



Cuento de Navidad, Ray Bradbury






El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana les obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. 

El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.

—¿Qué haremos?

—¿Nada, qué podemos hacer?

— ¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!

La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos. Pálido y silencioso.

— Ya se me ocurrirá algo —dijo el padre.

—¿Qué...? —preguntó el niño.

El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neyorquinos, el niño despertó y dijo:

—Quiero mirar por el ojo de buey.

—Todavía no --dijo el padre—. Más tarde.

— Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.

—Espera un poco --dijo el padre.

El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje sería feliz y maravilloso.


El autor

Ray Douglas Bradbury, nació el día 22 de agosto de 1920, en Waukenaun, Illinois, aunque, niño aún, su familia se mudó en varias ocasiones, hasta que se trasladaron definitivamente a los Ángeles.
Desde muy joven su afición por la lectura derivó en afición por la escritura, empezando a crear sus propias historias con apenas 11 años. Los mismos motivos económicos que obligaron a su familiar a cambiar de domicilio varias veces, le impidieron realizar más allá de estudios secundarios, que terminó con 18 años.
No obstante el completaría su formación de manera autodidacta hasta conseguir convertirse en un escritor profesional. Conseguiría vender sus primeros trabajos a distintas revistas, mientras se mantenía trabajando como vendedor de periódicos. Su primera obra, El dilema de Hollerbochen, se publicó en 1938 en una revista de aficionados. Sería en 1941 cuando vendería su primera historia, “Pendulum”. Poco después dejaría el trabajo de vendedor de periódicos para dedicarse de lleno a la escritura y vendió numerosos cuentos a distintas editoriales.


Fue en 1950 cuando le llegaría la fama, al publicar sus Crónicas marcianas, donde narra los primeros intentos de los terrestres para conquistar y colonizar Marte. Los terrestres envían tres expediciones que fracasan ante los poderes telepáticos de los marcianos, seres muy superiores.
En la cuarta expedición un aliado inesperado les da la victoria: La varicela, que contagia a los marcianos y vence su resistencia. A partir de aquí viene la colonización, que aporta al planeta los aspectos más negativos de la cultura occidental.
“El hombre ilustrado” es otra de sus obras más conocidas, en la que partiendo de la base de los tatuajes de un hombre aparecen ante nosotros, envueltos en una atmósfera poética, distintos relatos fantásticos.

Su obra más conocida, Fahrenheit 451, modelo de distopía literaria, se publicó en 1953. En la Tierra del futuro los libros están prohibidos, por el bien de la humanidad, claro. Los gobiernos se encargan de quemar todos los que encuentran. De ahí el nombre: A 451 grados Fahrenheit, es a la temperatura a la que se prende el fuego papel. Aquí los encargados de quemar son los bomberos. Paradójico.
Eran los encargados de descubrir los libros encondidos, en los sitios más difíciles y recónditos,  y quemarlos públicamente para que la toda población lo viera.
Pero como en todo régimen totalitario, aparece la resistencia. Un grupo de rebeldes se encarga de memorizar libros completos de literatura y filosofía. Esta historia fue llevada al cine por François Truffaut.

Dos obras de Bradbury advierten de los peligros de una sociedad automatizada: Vendrán lluvias suaves (There will come soft rains) y The Veldt. 
En la primera, una casa robotizada prosigue realizando los movimientos programados, en un mundo carente ya de vida, y en la seguna, otra casa automatizada, casi dotada de vida propia, masacra, con la complicidad de los niños, a los padres de éstos.
Ray Bradbury se define como “un narrador de cuentos con propósitos morales”. Sus libros, con un estilo poético y provocativo, pretenden crear en el lector una reflexión y meditación interior sobre el destino hacia el que camina el hombre.

Además de cuentos y novelas, Bradbury también ha escrito guiones para la televisión: Alfred Hitchcock presenta y La dimensión desconocida, y para el cine Moby Dick, ensayos, obras de teatro y poemas.
 Incluso dentro de sus novelas, no todas son fantásticas o de ciencia ficción, tiene también obras policíacas, costumbristas y realistas.

En sus novelas refleja algunos de los miedos existentes en la sociedad norteamericana, como el miedo a la guerra atómica, el deseo de una vida más simple, el peligro de las técnicas y la ciencia, sus posturas ante el racismo y la censura y el miedo a la muerte y a todo lo extranjero, por extraño y desconocido.
Ray Bradbury ha sido ampliamente reconocido y premiado a lo largo de su vida, por lo que, para abreviar, sólo os contaré, como curiosidad que en 1988 fue nombrado “Gran Maestro Nebula” en reconocimiento a su aportacióna la literatura de Ciencia Ficción. En la ceremonia de entrega de los Premios Nébula, se entrega el Premio Bradbury al mejor guión cinematográfico de ciencia ficción. También decir que se ha bautizado, con su nombre y en su honor, a un asteroide llamándolo (9766) Bradbury.



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