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El cerebro y el procesamiento del lenguaje

Desde que Noam Chomsky comenzó a investigar el lenguaje humano, la neurociencia ha intentado dilucidar cuáles son las claves cerebrales que permiten transformar los sonidos en palabras. Que es el cerebro quien se encarga de esa tarea estaba ya fuera de toda duda antes de que existiesen siquiera los fundamentos de la neuroimagen. Pero ahora es posible examinar qué redes neuronales intervienen en ese proceso, tan familiar como inquietante, que lleva desde los fonemas a su significado dentro de una lengua en concreto.

Un artículo publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences por Iain DeWitt y Josef P. Rauschecker, investigadores del departmento de neurociencia del Georgetown University Medical Center (Washington, Estados Unidos) pone de manifiesto que en la tarea de reconocer el sentido de una palabra intervienen dos áreas cerebrales en particular. El giro temporal, mejor dicho, la parte izquierda de la zona medial del giro temporal superior (STG, en sus siglas inglesas), se activa al percibir los fonemas identificando sus características inmediatas. La zona anterior izquierda del STG interviene a la hora de integrar los fonemas percibidos en pautas temporales complejas. Dicho de otro modo, primero se detectan qué sonidos existen, distinguiéndolos de los que forman parte de los ruidos medioambientales no lingüísticos, y luego se convierte cada combinación concreta en una palabra.

DeWitt y Rauschecker indican en el comentario a los resultados experimentales obtenidos que la primera parte del procesamiento cerebral, la relacionada con la identificación de los fonemas, sigue unas líneas comparables a lo que se sabe acerca de esos mismos mecanismos existentes en otros primates como los macacos. Los monos llevan a cabo comunicaciones auditivas que tienen a su vez que distinguir los sonidos emitidos por sus congéneres, y lo hacen de forma muy similar a la detectada en humanos. Es más; cuando los macacos entrenados para identificar la voz humana lo hacen, las áreas que se activan corresponden en buena medida a las utilizadas en nuestra especie. Esa conclusión apoya la idea tantas veces indicada —y a menudo combatida— de que el lenguaje humano se adquirió a partir de mecanismos fijados de forma evolutiva en ancestros que compartimos con otros primates.

Ni qué decir tiene, no obstante, que la otra cara de la moneda, la de la asignación de contenido semántico a los fonemas encadenados en el habla humana, es asunto exclusivamente nuestro. Y continúa situándose en un terreno elusivo, porque una cosa es identificar la zona del STG que se activa cuando se oyen dos palabras parecidas, y otra muy distinta saber por qué los castellanoparlantes identifican muy bien las diferencias que existen entre 'vaca' y 'laca', mientras se las ven y se las desean para saber en qué se distingue en términos fonético- semánticos el King Liar del rapero Nelson del King Lear del bardo inmortal.

Fuente: Camilo José Cela Conde

Comentarios

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