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¿Está realmente el libro en vías de extinción?


La pregunta del título se la pueden haber hecho los romanos hace más de 2000 años, cuando desde la lejana Pérgamo empezaron a llegar unas pieles de carnero que habían sido arduamente trabajadas, hasta quedar casi del espesor del material que hoy llamamos papel. Al principio, solo los ciudadanos más acaudalados podían darse el lujo de escribir en el aquel carísimo soporte llamado 'pergamino', pero poco a poco este se fue extendiendo y tomando el lugar de los antiguos papiros. 
Recordemos que 'libro' proviene de librum, el acusativo de liber, la palabra con que los romanos designaban la parte interior de la corteza de los árboles, que usaban para escribir sus códices. Ese soporte desapareció con la difusión del pergamino, que a partir de cierto momento ya no venía de Pérgamo sino que se fabricaba en la misma Roma. Pero el liber seguía siendo esencialmente lo mismo: un soporte sobre el cual las ideas eran almacenadas en forma escrita. 
Una nueva revolución ocurrió a mediados del siglo XV, cuando Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles, lo que, junto con la introducción del papel en Europa por los chinos, permitió que el liber adoptara una nueva forma. A partir de entonces, los escritos organizados en tipos móviles pudieron, por primera vez en la historia, ser impresos en un número indefinido de ejemplares sin necesidad de ejércitos de escribas. No hay constancia de que nadie haya dicho por entonces que el libro, tal como había sido conocido en la antigüedad clásica, estuviera amenazado de extinción. 

En los días que corren, el liber los romanos está sufriendo una nueva transformación con el surgimiento de las tablillas* electrónicas que tienen capacidad para almacenar miles de obras. A quienes crecimos y nos formamos en el libro de papel, el cambio de soporte que habrá de concluir en las próximas décadas nos parece una pérdida irreparable; no nos resignamos a perder para siempre sensaciones como la abrir un libro, sentir la contextura de sus hojas en la yema de los dedos y experimentar el olor del del papel , pero para las nuevas generaciones que se educan en la cultura de la comunicación instantánea, se trata de un paso gigantesco que potencia las capacidades cognitivas de los seres humanos, como algún día lo hizo la escritura. 
No hay ninguna muerte que lamentar; el viejo liber de los códices de la Antigüedad seguirá vivo en las tablillas del tercer milenio. 

* O tabletas, valga el anglicismo.

Fuente: Ricardo Soca

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