La percepción y la política: una lectura que contrasta Responso de Saer con La Ribera de Wernicke.
Texto leído el 28 de junio de 2011 en “Lo Imborrable: Jornadas sobre Saer” en la Biblioteca Nacional.
Por: Hernán Ronsino
“Una novela lograda existe no como suma de ideas o de tesis, sino a la manera de una cosa sensible, y de una cosa en movimiento que se trata de percibir en su desarrollo temporal, a cuyo ritmo hay que adaptarse y que deja en el recuerdo no un conjunto de ideas, sino más bien el emblema y el monograma de esas ideas”.
Esto lo dice Blanchot. Si hay una obra que puede responder con contundencia a esa definición de Blanchot, ésa es la obra de Juan José Saer. La obra de Saer puede ser pensada, entonces, como una cosa sensible, en movimiento. Que deja huellas, marcas que perduran suspendidas en la memoria del lector.
Hay dos momentos que atraviesan esa definicion de Blanchot. Dos momentos que, a su vez, son los dos grandes efectos que produce la obra de Saer. Es decir, el monograma saeriano: la exploración perceptiva del mundo y su relación con lo político.
Como plantea en sus diálogos con Piglia, Saer persigue construir un universo narrativo que suceda como un poema, y ese suceder que lo atraviesa todo, ritmo, fraseo desaparramado en la página, se parece a un río. Hay, como en el universo de Juan L., un río que lo atraviesa todo. Por eso la obra de Saer tiene lo que plantea Blanchot, es decir, se trata de una cosa sensible, en movimiento, como un río, o un poema, a cuyo ritmo temporal hay que adaptarse. Se trata, en definitiva, de un pulso narrativo que tiene su propia respiración. Su propia manera de percibir el mundo.
Responso fue publicada en 1964. Es una de las primera novelas de Saer y, en consecuencia, marca el camino de una busqueda que alcanzará sus cumbres en Cicatrices, Nadie Nada Nunca o Glosa. Como sabemos el protagonista de Responso es Barrios, un periodista que después de la revolucion Libertadora ha entrado en una pendiente existencial. Y en el centro de esa pendiente está, como dice Barrios, el problema de la escritura. O mejor dicho, el problema de la máquina de escribir. La prosa de Saer es una prosa que toma riesgos. Que pone en juego el núcleo mismo de su escritura. Lo arriesga. Y en ese riesgo está el origen de una estética que renovara el territorio narrativo argentino y, en ese riesgo, se irá modelando una manera de ver, de percibir el mundo y a los sujetos de ese mundo.
En este sentido hay algo que comienza a renovarse con Responso y hay algo que comienza a cerrarse, por ejemplo, con los últimos libros de Wernicke, en especial, con La ribera. Conviven en esa encrucijada en la que habitan los ultimos libros de Wernicke elementos viejos con busquedas nuevas. Por eso pienso, en especial, a La ribera como una novela de transición hacia el universo saeriano.
La ribera fue publicada en 1955, en el año en el que comienza la desgracia de Barrios, pero las acciones suceden hacia 1945, en las postrimerías de la segunda guerra mundial y los orígenes del peronismo. Narra la historia de Eduardo - uno de los personajes más autobiográficos de Wernicke. Eduardo renuncia a su vida burguesa: fue periodista, corresponsal en España y en Francia del diario Crítica. Y decide asentarse en la ribera del río, en una localidad de la provincia de Buenos Aires. La renuncia no implica, solamente, dejar de ser periodista y dedicarse, ahora, a la fabricación de soldaditos de plomo (junto a dos muchachitos de la zona, Susana y Miguel Angel, que lo ayudarán en el trabajo y en el ordenamiento de la vida cotidiana); la renuncia implica también la negación de su vida pasada: una mujer, un hijo al que no quiere. La renuncia lo transforma en un "desclasado". Pero este corrimiento hacia el margen, esconde un cansancio existencial: Eduardo sentía asco "de la vida que llevaba, de los ambientes que frecuentaba, del trabajo periodístico". La renuncia a la vida burguesa, también, es una renuncia a la imposibilidad de participar, como sujeto, en un proyecto colectivo. La experiencia de la prisión que Eduardo debe sufrir, por haber ayudado a un obrero comunista, le confirma su imposibilidad de luchar como parte de una "conciencia compartida". Los envidia, admira esa capacidad, pero siente su impotencia. Su vida se ha vuelto un bote podrido: "Mi bote (mi viejo bote podrido) se mantiene en una calma desolada y no se arrima a la costa".
En Responso, donde el protagonista también es un periodista, la desolacion brota, primero, de un contexto político que deja a Barrios a la intemperie y, después, de la ruptura matrimonial (a diferencia de lo que sucede en La ribera: es Concepción quien deja, abandona a Barrios). Por lo tanto, si Eduardo, el protagonista de La ribera, toma una decisión – la de abandonar la vida burguesa, algo parecido hace Oreste en la novela En vida de Haroldo Conti, es decir, dejan todo, se mandan a mudar, cambian de piel, eligen otra vida – en cambio a Barrios la historia y su familia lo pasan por arriba; Barrios no elige; el asco existencial será la consecuencia de una combinación, sutil y compleja, entre su vida personal y la vida politica del país. Ahí, en ese pliegue, queda entrampada, embarrada la vida de Barrios. (Si Eduardo deja, abandona; Barrios se abandona porque puso en riesgo lo que tenía y perdió).
En Responso, entonces, se perciben dos mundo en tensión: el mundo personal de Barrios, un universo de abandono y dejadez; y ese otro mundo que Barrios ha perdido: el jardin, el caminito con polvo de ladrillo, la rosa grave, la casita de su mujer, su mujer. Entre ambos mundos hay una grieta profunda. Dos escenas sintetizan de un modo contundente esa perspectiva de mundos que se rozan y se imbrican o se alejan como los planteas. Una figura recurrente en las descripciones saerianas, ésa de los mundos y los planetas y las orbitas. Barrios, entonces, es un planeta que avanza hacia su propia destruccion. La primera de las escenas es aquella en la que Barrios y Concepcion se cruzan en la calle y Barrios – ese planeta que se averguenza de si mismo – hace que no la ve, se esconde pero de tal modo que Concepcion lo ve y luego le recriminara por qué no la saludó. La otra escena es aquella en la que, desde el taxi, Barrios y Hermosura contemplan la casa de Concepción. Lugar de seguridades, de ausencia de riesgos. Se lee, por ejemplo, en Responso: “Desde el automovil detenido en la calle de tierra bajo la fronda oscura, Barrios y Hermosura la contemplaban desde hacía por lo menos diez minutos. El cuadro que la ventana abierta exponía ante sus ojos poseía una carga de magia tan intensa. Hermosura miraba mansamente. Barrios jadeaba, suspiraba. Ni una sola brisa soplaba en esa clara noche de diciembre. 'Ahí está, ahí está', decía. 'No sabés las ganas que tengo de estar ahí adentro'”.
Entre ellos y la casa hay una grieta. Barrios y Hermosura después toman un desvío, se lanzan a la noche, a lo imprevisto, al azar. Y llevan con ellos la máquina de escribir de un ministerio. Es decir, la palabra de la burocracia, otra vez, una supuesta forma de seguridad, ahora puesta en la noche, en el azar de la noche: se trata de una palabra que toma riesgos. Una palabra que toma riesgos y que, a diferencia del riesgo politico militante como puede leerse en alguno de los personajes de La ribera, es un riesgo estético, narrativo y, por lo tanto, existencial. Se trata del riesgo de la palabra literaria.
Decía que La ribera está en una encrucijada. Porque en algun sentido clausura o muestra cierta tensión en esa búsqueda realista, conectada con la necesidad de transmitir un mensaje político. En el ensayo de Florencia Abbate publicado en el Oficio se afirma se demuestra la tensión existente entre Wernicke y el Partido Comunista. Pero, más allá de eso, Wernicke intenta otras alternativas, por ejemplo, una búsqueda existencial que no alcanzará la madurez que sí logrará un contemporáneo suyo, Antonio Di Benedetto. La escritura de Di Benedetto abrirá un territorio que Saer, luego, explorará hasta los límites más extremos. No sólo porque Di Benedetto rompe con el regionalismo o costumbrismo regional, si no por la busqueda estetica y existencial que atraviesa su obra, y por esa musica, ese fraseo del mendocino. En Wernicke hay una encrucijada, es decir, hay algo de clausura y de transición. Saer, entonces, superará la encrucijada de Wernicke y explorará la zona que Di Benedetto abre.
Responso es un buen ejemplo del comienzo de esta busqueda. Y no solo de una busqueda estetica si no que, en esa busqueda estetica, hay tambien un modo de narrar lo politico. Como dicen Dalmaroni y Merbilhaá, lo político en Saer aparece “de un modo marginal, ligado a la experiencia de los sujetos; lo politico aparece constituido por el sujeto que narra sus experiencas perceptivas”. Es decir, primero la narración, el sujeto percibiendo el mundo. Un suceder. Y como efecto de ese suceder, lo político.O, como dice, Blanchot, no se trata de imponer un conjunto de tesis o de ideas, si no más bien el emblema, el monograma de esas ideas.
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Detrás de una lectura siempre hay una historia. Es decir, la historia que narra los modos de encuentro con el libro. Siempre me resultaron curiosas las maneras de descubrir un texto. Mas alla de las condiciones sociales, hay algo de azar que se pone en juego allí. Una tarde, mientras salía por las callecitas arboladas de la sede universitaria de Agronomía, encontré en el suelo un monedero negro. Lo toque con el pie, con cierta cautela. Lo agarre con mucha más cautela. Y despues de varias cuadras descubri que rebalsaba de billetes. Billetes enrollados y metidos a presión dentro del pequeño monedero. Unas horas más tarde compré, con esos billetes, tres libros: Primera persona de Graciela Speranza; En busca del tiempo perdido, el primer tomo, Por el camino de Swann, una edicion de Losada; y Responso. Esa noche leí la entrevista que Graciela Speranza le hace a Saer. Hay algo que dice Saer ahí que me sorprendió: Me pregunto, dice Saer hablando de los modos de leer, si no es mejor que el azar determine los gustos. La sorprensa crecerá, claro, cuando después lea Responso y descubra la historia de Barrios, su pendiente inevitable, su vida incierta. El azar me había llevado a comprar un libro en donde se narra de qué modo un tipo, por azar, lo pierde todo.
Detrás de una lectura siempre hay una historia. En este caso, la historia de los efectos que produce en el lector la lectura de una obra.
Hay una escena en La nubes y otra en La pesquisa que resumen, de algún modo, para mí, el efecto saeriano.
La escena de La pesquisa la recupera Julio Premat en su ensayo Héroes sin atributos. Premat hace referencia a cierto efecto de suspensión que deja la obra de Saer y que, incluso, su muerte dejó en La grande. Un efecto de suspensión que perdura en el recuerdo del lector. Premat cita la escena en la que se hace referencia a la desaparición del Gato y Elisa. Una cita que muestra claramente el modo de narrar lo político en Saer. Se trata de una escena suspendida. Cuando un amigo del Gato llega a la casa junto al río y descubre que el Gato y Elisa han desaparecido, se encuentra con un olor nauseabundo. Al llega a la cocina “descubre que el olor venía de un pedazo de carne que se descomponía sobre el fogón, en un plato. Al lado había un gran cuchillo de cocina y una tabla de picar carne, pero no habían tenido tiempo de usarlos” (La pesquisa).
La otra escena está en Las nubes y refleja ese espiritu de lo incierto atravesando el mundo. Es el final de Las nubes. Los hombres del Dr. Real en la llanura rodeados por el fuego. Dice el narrador: “Consumiéndonos, las llamas hubiesen consumido también nuestro delirio, que era lo único verdaderamente propio que nos distinguía de esa tierra chata y muda (…) Nuestro delirio intacto podía recomenzar el mundo a su imagen”.
Algo de ese monograma que describe Blanchot está claramente materializado en la escena final de Las nubes: ese aro de fuego que rodea a los hombres del Dr Real. Esa marca imborrable que, como el aro de fuego en la tierra, deja el efecto suspendido del mundo saeriano. Pero, lo sabemos, en Saer lo real siempre aparece cuestionado, aparece también como espejismo, como sombra contra un vidrio esmerilado. Como duda. La duda, por ejemplo, de Barrios, en el final de Responso, bajo la lluvia y en el barro, golpeado por la vida, y esa sensación de que la vida es sueño. Se lee en Responso: “Pensó perplejo que quizá todo el pasado era un sueño, no sólo el suyo si no también el de la humanidad y el del universo, y que en ese momento en que creía recordar hechos reales no hacía más que soñar que recordaba, que soñar que recordaba sueños”.
Eso se lee en Responso. Soñar que recordaba sueños. Hasta que el agua o el fuego dejen un paisaje, una constelación de planetas, un universo suspendido, a medio borrar.
Fuente: Blog de Eterna Cadencia
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