Antonio Cuccoliccio fue uno de los tres millones de inmigrantes italianos que desembarcaron en el puerto de Buenos Aires entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX en busca de una vida mejor. La Argentina era el granero del mundo y uno de los países más ricos del planeta, rebosante de promesas que alentaban los sueños de los jóvenes pobres de varios países de la vieja Europa.
A poco de su llegada, Cuccoliccio consiguió un empleo como peón en el circo de los hermanos uruguayos José y Jerónimo Podestá, en el cual se dedicaba a menesteres de limpieza, al cuidado de los animales y a otros servicios menores. Su forma de hablar, en la que se mezclaban palabras del italiano y del castellano, no llamaba la atención. En el Buenos Aires de entonces era común oír a los tanos (de napolitano; se aplicaba a todos los inmigrantes italianos), que intentaban comunicarse con las mismas dificultades que Cuccoliccio.
Un día, el cómico Celestino Petray se presentó en escena hablando como había oído que lo hacía aquel peón: «Mi quiamo Franchisque Cocoliche e sono creolio hasta lo güese da la taba e la canilla de lo caracuse, amico». En sus memorias, publicadas bajo el título Medio siglo de farándula, José Podestá contaría años más tarde que en aquel momento nació un personaje cómico, Cocoliche, que durante algunos años hizo las delicias del público en ambas márgenes del Río de la Plata.
Y también había nacido algo que Podestá no previó y que Cuccoliccio, con su jerga de idiomas mezclados, no habría podido siquiera soñar: una palabra del idioma español que figura en el Diccionario de la Real Academia desde su edición de 1927: cocoliche, definida como la “jerga híbrida que hablan ciertos inmigrantes italianos, mezclando su habla con el español”.
Fuente: La página del idioma español
Fuente: La página del idioma español
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